Cataluña

El derecho a decidir

La Razón
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Lo siguiente, como ha vaticinado una voz del rock, será que venga un uruguayo, y por cálculo electorero, el Gobierno se vea animado a prohibir la paella. Es la rentabilidad electoral la que determina la bondad de la fiebre prohibicionista, a la que luego se le añade el ridículo ropaje estético al que nos tiene acostumbrado el presidente del Gobierno. Éste que nos ha descubierto que fumar y las corridas son de derechas y montar en bicicleta, de izquierdas. La abolición de los toros era el sueño atravesado de un argentino en Cataluña, Leonardo Anselmi. En la España de Zapatero es propio que si alguien no puede prohibir una actividad en su país de origen, porque allí no se desarrolla, se le ofrezca territorio peninsular para ver sus deseos cumplidos. La abolición de los toros en Cataluña era un asunto de Anselmi; manipulado por los políticos catalanes, ha acabado convertido en el primer episodio en el que la libertad del ciudadano se tritura obscenamente a cambio del medro partidista. ERC, CiU y el resto de la banda juegan a esto, pero Montilla ha mostrado la endeblez de sus ambigüedades: creyendo personalmente en el valor cultural de los toros, ha preferido no movilizar al PSC para no exponer su propia supervivencia. Incluso en verano, España no puede prescindir del diván: Cataluña esgrime el derecho a decidir sin límites y mientras prohíbe los toros e impide la enseñanza en castellano.