Mundial de clubes
Sobra uno
L as diferencias entre Casillas y Cristiano no interfieren en la competición, son incómodas, mas no molestan. Ni intercambiarán regalos en Navidad ni el delantero chutará contra su portería, tampoco en uno de sus ataques de «prima donna», ni el cancerbero le quitará el balón para lanzar un penalti. No será ésta la primera vez, ni la última, que en un vestuario dos compañeros sólo se saludan. Tienen un objetivo común, la victoria, y hombro con hombro luchan por ello. Distintas son las desavenencias entre Valdano y Mourinho. Presentan otro calado y una solución imposible: sobra uno. Antes de coincidir en el Real Madrid, intercambiaban venablos. Al vivir bajo el mismo techo, fumaron la pipa de la paz, gesto que agradeció la galería, sin renunciar a sus credos. Estaba cantado que su convivencia discurriría por un camino espinoso que el portugués, además, ha sembrado de minas. Por sus excesos verbales, Valdano tuvo que dar la cara y llamar la atención a Preciado. Mourinho ha disparado contra todo lo que se movía desde que llegó al Madrid y con la excusa del patético arbitraje de Clos Gómez destinó la penúltima andanada a su director general. Tiene tanto poder dentro del club que no repara en gastos, aunque afecten a la imagen de la institución. Va a lo suyo, pide un delantero y por conseguirlo es capaz de sacrificar a Benzema; en su guerra contra el mundo el día menos pensado terminará tiroteando al espejo en cuanto adivine su rostro. Ya he escrito que «Mou» no cura enfermos; hoy añado que provoca dolores de cabeza.
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