Fútbol
Sonrisas y lágrimas por Julián García Candau
La jornada final era la noche de los necesitados. No precisaba nada el Real Madrid y le bastaba con llegar a los 100 puntos. La necesidad mallorquinista quedó en vana ilusión. Tampoco entraba el Barcelona en el campo de las precariedades y no pasó del empate en Heliópolis, lo que no dejaba de ser a beneficio de inventario. Los padecimientos estaban en otros lugares.
El del Atlético dependía del Málaga y se tuvo que conformar con la victoria y la clasificación para Liga Europea, ya que la de Campeones fue para los malacitanos. El Atlético hizo sufrir al Villarreal incluso cuando ya le constaba que había perdido las oportunidades para la Liga de Campeones.
La tarde estaba a medio hacer en los descansos de los partidos. Entonces, nada había cambiado en la clasificación. No había modo de festejar plenamente porque quedaba la incógnita de la segunda mitad, que fue cuando comenzaron a cambiar las circunstancias. En Getafe se dio un partido extraño, con el equipo local desarmado. En Vallecas se vivió hasta el último instante en Segunda, pero fue el gol de Tamudo el que lo salvó definitivamente, porque para entonces Radamel Falcao ya había dado la puñalada al corazón de El Madrigal. El Villarreal, dirigido por Lotina, vivió el descenso en la temporada decimotercera. Lotina repitió la historia del descenso que ya había vivido en cuatro ocasiones. El Villarreal calcó aquella temporada del Celta, que tras jugar en la máxima competición continental descendió a Segunda.
El «submarino amarillo» consumó el descenso en los últimos minutos del partido, historia que se ha repetido con tanta constancia que es posible que no haya sucedido jamás.
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