Estocolmo
Claes Oldenburg locuras pop en el Guggenheim
Una retrospectiva del sueco muestra su producción desde los 60
Claes Oldenburg (Estocolmo, 1929) pensó en hacer arte de factoría antes que Warhol, buscó capturar instantáneas de la ciudad con piezas de desecho, dio protagonismo a objetos corrientes cargados de simbolismo como el pintalabios o el oso de peluche. Su arte nació de la calle, de una nueva sensibilidad pegada a las aceras de Manhattan: todavía no lo sabía pero eso se iba a llamar arte pop. Ayer, el Museo Guggenheim de Bilbao presentó una gran retrospectiva del artista. Oldenburg tomó de la calle los materiales y los referentes de su creación, «como si se hubiera acabado la fiesta y llegaran los tiempos difíciles», explicó ayer Achim Hochdörfer, comisario de la muestra. De la calle, Oldenburg pasó a «la tienda». Alquiló un local comercial para que hiciera de su estudio, y que puede considerarse el punto geográfico exacto en el que nació el arte pop. El artista comprende que el comercio y el hogar moderno construyen el relato de nuestro tiempo, las aspiraciones de la clase obrera y sustentan las riquezas de las empresas. «Oldenburg no hace un arte pop frío ni cínico, sino humano», explicó el comisario. El artista, presente ayer, dijo que no cree en las definiciones: «Para mí el arte, y sería algo que odiaría abandonar, es creación de la forma. El objetivo es mantener la tradición, recuérdenlo –dijo al auditorio–, no hay tal cosa como arte pop o expresionismo abstracto. El arte es arte, y cuando vean locuras como las de aquí, piensen en lo que les digo», afirmó el artista, de 83 años.
Las «locuras» a las que se refiere son sus creaciones más famosas: trozos de tarta gigantes, hamburguesas enormes hechas en yeso pero que parecen esponjosas. Una enorme escultura con la forma de un interruptor, o un teléfono público fabricado en vinilo y con un relleno blando. Objetos flácidos, desinflados. Piezas que generan sensaciones cómicas y humanas.
«Espero que los que vengan experimenten con la imaginación. Úsenla, es muy importante», invitó el artista, que ha convertido el humor en su «arma para sobrevivir». Está presente el Museo Ratón, un edificio en miniatura con la planta en forma de rostro del Mickey de Disney. Dentro se apila una extraña sucesión de objetos, que van de lo kitsch a lo divertido, de muñecos de plástico a imitaciones de comida para los escaparates de los restaurantes. Baratijas y objetos de broma que forman el panteón del delirio de uno de los padres del arte pop.
Dónde: Museo Guggenheim. Bilbao. Cuándo: hasta el 17 de febrero de 2013.
Cuánto: 13 euros.
✕
Accede a tu cuenta para comentar