Niños malos

Los padres no estamos criando con buena educación a nuestros hijos, es cierto. Están saliendo niños irresponsables, indisciplinados y hasta violentos. Niños que no respetan a sus maestros porque no respetan a nadie. Ahora bien, no somos los progenitores los únicos responsables. Dice un proverbio africano que la escuela es toda la tribu. Y nuestra tribu, asentada en la economía y adoradora del dinero, está insensibilizada, hedonista, indolente, consumista y desalmada. Ésa es la sociedad que educa a nuestros niños. Ésta es la tribu a la que nos enfrentamos muchos padres con conciencia, que luchamos por educar a nuestros hijos en valores humanistas; repitiéndoles a cada instante que la vida es esfuerzo y coherencia y que sólo desde ahí recogerán un fruto sano y no una manzana llena de gusanos televisivos. Sin embargo, tanto a padres como a profesores nos están endosando toda la culpa del fracaso escolar, del fracaso moral, del fracaso vital de las personitas. Y como bien sabemos, la culpa es un sentimiento que se mete en el pliegue más hondo del ser y te paraliza. Si la tribu, con sus jefes políticos, consigue que padres y profesores asumamos ese sentimiento, podrá descansar tranquila. Son los otros los culpables. Resuelto el problema. Y nosotros, padres y profesores, jugaremos a tirarnos balones envenenados para intentar sofocar esta carga insoportable. Ya lo hacemos. Los padres, impotentes, mandamos a los hijos a educarse al colegio. Los profesores, impotentes, envían a los alumnos a estudiar a casa. Golpe por golpe. Pero no nos dejemos engañar, queridos profesores, no nos castiguemos entre nosotros. Hablemos, pactemos. Sin culpa. Porque la culpa es una de las formas que usa el poder para sellar las bocas.