Bruselas
«Adelgazar con prisas Ni loca»
Las prisas por perder kilos en poco tiempo propician caer en las garras de dietas peligrosas y empeorar nuestra imagen. ¿Lo mejor? Despacito y buena letra.
Perder peso es el ítem que copa, año tras año, la «lista de buenos propósitos» del 50% de la población femenina. El «año nuevo, vida nueva» es todo un estímulo. Pero además, el momento coincide con esa semana, estéticamente catastrófica, en la que la báscula traduce en dígitos los excesos gastronómicos cometidos al amparo de las fiestas navideñas.
Comienza una cruzada sin cuartel contra los kilos de más. Los centros dietéticos doblan clientela, las farmacias despachan más barritas que aspirinas y las ventas por internet de productos milagrosos para perder peso aumentan vertiginosamente.
Las hay que acuden a un especialista en nutrición, dispuestas a cambiar de una vez por todas sus incorrectos hábitos alimenticios. Pero son minoría. El grueso de la población se deja llevar por el «boca a boca» para decidir seguir la dieta con la que más se pierda en menos tiempo, o surca internet buscando un referente en el que inspirarse. Los riesgos se multiplican. El peligro no reside únicamente en el hecho de que, como explica Maite Carrocera –psicóloga del centro DEVA de Madrid–, «estemos rodeados de gente famosa demasiado delgada. Tanto que no tienen un peso saludable y que probablemente tengan antecedentes de trastornos alimenticios». A esto hay añadir el hecho de que los nombres de muchas «celebrities» van, en muchas ocasiones, asociados a dietas de moda, de dudosa base dietética, y a las que avalan en público como madrinas de lujo.
Potitos letales
La imagen de Catherine Zeta-Jones –totalmente desprovista de las curvas que la encumbraron a la fama– después de confesarse fiel seguidora de la dieta de la Zona habla por sí sola. Cuando Demi Moore desveló en Twitter que seguía una dieta depurativa a base de sirope de savia las ventas de este ungüento se duplicaron. La web de Haley Pasternak, gurú –creador del método factor 5–, se colapsó cuando Jessica Simpson le señaló como el artífice de su cambio de imagen, y cuando Jennifer Aniston habló de la proteínica dieta de los potitos de bebé miles de mujeres en el mundo siguieron su ejemplo. Si hay algo en común en todas estas «dietas» es su vocación exprés y cierto punto de originalidad que las aparta de los cánones nutricionales más asentados.
Nutricionistas, psicólogos y médicos están cansados de alertar sobre los peligros de las dietas milagro. «El adelgazamiento exprés puede ser un gran error, debido a que probablemente no se está entendiendo bien el problema, sino que se está tratando el sobrepeso como si fuera un sarampión, queriendo atajarlo de forma inmediata, y a la larga, estas dietas de choque pueden provocar desórdenes alimentarios», afirma Maite Carrocera.
El doctor Manuel Sánchez –responsable del Departamento de Nutrición y Dietética de la Clínica Planas de Barcelona– también está en contra de las dietas drásticas y de cualquiera, de corte restrictivo, que no incluya todos los grupos alimentarios necesarios. Como explica a LA RAZÓN, «la mayoría de estas dietas –incluidas las disociadas, que figuran bajo la etiqueta de «dieta milagro» en la web del Ministerio de Sanidad– y cualquier plan que propicie una pérdida de peso superior a 800 gramos por semana pueden ser una barbaridad. Lo que provocan las dietas rápidas es una pérdida de electrolitos –líquido y agua del músculo– y la clave para adelgazar está en activar el metabolismo para que queme la grasa sobrante, y eso lleva su tiempo. El problema es que en la actualidad hay mucho mercantilismo y éste, a veces, prima sobre la medicina». Las proteínas parecen ser el pasaporte directo al nirvana dietético, pero hay que tener cuidado con las dietas hiperproteicas. Como explica este especialista «si nuestro cuerpo estuviera diseñado para seguirlas tendríamos una mandíbula como la de los tigres y un hígado y un riñón mucho más grandes. Además, al dejar este tipo de dietas se recupera el peso perdido en un tiempo aún más récord».
Para eliminar los kilos ganados en estas fechas, la dieta debe adaptarse a las necesidades de cada persona. Es tiempo de desintoxicarse y depurar el organismo. Sin prisas y sin obsesionarse. El doctor Sánchez nos detalla un plan para conseguirlo. No hay que comer menos, sino mejor, y recuperar los hábitos de una alimentación equilibrada.
Un buen plan
Las crucíferas –grupo alimentario en el que se incluyen la col, la coliflor, el brécol y las coles de Bruselas– son muy eficaces para depurar y tienen una elevada concentración de calcio y fibra que mejoran el tránsito intestinal y previenen la hipertensión. Los berros son, además, una estupenda fuente de betacarotenos y vitaminas C y E. La alcachofa tiene acción diurética, favorece la desintoxicación hepática, atenuando el impacto de los tóxicos sobre este órgano. El perejil y el apio también son buenos compañeros de mesa por su acción desintoxicante y su fibra. Los cítricos son imprescindibles a la hora de emprender una dieta, ya que regulan los niveles de glucosa sanguínea e inciden sobre la grasa de la masa corporal reduciéndola.
Como plato fuerte, la mejor elección son el pescado azul –portador de grandes cantidades de Omega 3, que mejora la sensibilidad a la insulina y el metabolismo de la glucosa–, las legumbres y los cereales integrales, ya que su alta concentración en fibra ayuda a combatir la obesidad reduciendo la absorción de grasas y azúcares. Es muy saludable animar los platos con ajo y cebolla –ricos en principios activos antioxidantes, que contribuyen a reducir el colesterol y los triglicéridos y purifican el sistema interno– y aderezarlos con aceite de oliva virgen, antioxidante, capaz de reducir el colesterol malo y el azúcar en la sangre.
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