Crítica de libros
Bananas por Sabino Méndez
La escritura es muchas veces algo tan simple como, con palabras, poner en orden la caótica experiencia humana. En nuestro país, a raíz de los últimos acontecimientos de los pasados meses, he escuchado ya varias veces en boca de algunos líderes (que de una manera optimista se pretenden políticos) una frase sorprendente. Es la siguiente: que la democracia ha de estar por encima de la justicia.Quien puede caer en afirmar estas excentricidades o bien tiene pocos estudios, menos lecturas y un pésimo asesor jurídico, o bien ha leído más artículos periodísticos de los que podía resistir su débil naturaleza. La democracia y la justicia es obvio que no han de estar ninguna por encima de la otra. En el estado de derecho, ambas han de caminar de la mano. Lo contrario es totalitarismo (pretender impartir justicia en ausencia de democracia) o república bananera (democracia sin justicia que lleva a la desaparición de la democracia). Es esta última una concepción política aparentemente innovadora, por su proximidad a la línea de diversidad y mestizaje tan en boga, pero que en realidad entronca sin complejos con las añejas prácticas culturales de aquellas repúblicas africanas del plátano que diseñaban en el siglo pasado Bokassa, Idi Amin y otros grandes benefactores de la humanidad.Yo sé que las decisiones judiciales ponen nervioso y uno tiende a desear apresurarlas saltándose los pasos procesales pertinentes. Pero hay que respetarlos porque sino nos cargamos el estado de derecho. Y ahora, háganse una reflexión maligna: ¿De quién estamos hablando? ¿Del caso Garzón o de la sentencia del Constitucional sobre el estatuto catalán? En cualquier caso, es como si para gestar un hijo alguien deseara o creyera posible que, en lugar de en nueve meses, puede conseguirse en un mes embarazando a nueve señoras. No. Eso no lo hacemos.
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