País Vasco
Normalización engañosa por Jesús María Zuloaga
Normalización es una palabra que en el País Vasco vale para todos y para todo. El regreso de la Vuelta es, para unos, un signo de normalización; como para otros lo es la legalización de Bildu y la consiguiente recomposición del «Frente Institucional» de ETA. Una cosa y otra, y las demás, tienen lugar bajo la sombra de una banda terrorista que actúa, al menos de momento, en la sombra, como el «primo de los zumos» del anuncio, y que no tiene ninguna intención de disolverse. No existe, pues, una auténtica normalización, sino que se vive un período de tranquilidad, sin atentados, porque se ha dado a los pistoleros la baza de Bildu. A los proetarras no les ha gustado que algo que se «apellida» España pase por allí, pero han medido la protesta. Ahora les van bien las cosas y no es cuestión de liarlas.
La última vez que la Vuelta pasó por el País Vasco fue en mayo de 1978, en plena «época del plomo». En el funeral de una persona asesinada se recibía la noticia de un nuevo atentado; había que preparar otro funeral, y así sucesivamente. Se disputaba la última etapa, dividida en dos sectores: en línea, Amurrio-San Sebastián; y el segundo, contrarreloj individual, con salida y llegada a la capital guipuzcoana. Entre las múltiples cosas que habían ocurrido, figuraba un atentado contra el cuartel de la Guardia Civil de Durango, con el resultado de dos agentes y una joven heridos; y dos etarras, naturales de esa localidad, habían muerto en un enfrentamiento con la Benemérita. El primer sector de la etapa atravesaba Durango. Los proetarras dejaron pasar los coches de la caravana y las motos de la Guardia Civil, que abrían la marcha; sembraron la carretera de tablones y tachuelas. La carrera quedó neutralizada hasta Zarauz, donde se emprendió la marcha para llegar al velódromo de Anoeta. Por la tarde, era la contrarreloj. Los ciclistas sufrieron permanentes ataques, como lanzamiento de arena a la cara, empujones y, en un alto, entre Urnieta y Hernani, se detenía a algunos; si no colaboraban, se les tiraba la bicicleta por un pequeño barranco. La etapa, por supuesto, fue anulada.
Desde entonces, con altibajos, las Fuerzas de Seguridad, dirigidas por los distintos Gobiernos, habían conseguido, con mucho esfuerzo y mucha sangre derramada, colocar a ETA al borde de la derrota. Faltaba poco, pero (es el triste sino de la lucha antiterrorista) a alguien se le ocurrió un plan y a la banda y su entramado se le ha dado un balón de oxígeno, que ni los pistoleros más antiguos pudieron soñar nunca. Por utilizar un tópico, era bonito ver ayer el discurrir por el País Vasco de la «serpiente multicolor». Hay otra serpiente, que envuelve un hacha (el símbolo de ETA), que se hallaba, de alguna manera, presente. Los que estaban allí lo sabían, hasta los que ya perciben que su plan ha fracasado. Salvo que le den a la banda todo lo que pide. Normalización lo llamarían.
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