Sevilla

La brutal pelea del líder de Pignoise por Miguel Temprano

Álvaro Benito y un amigo propinan una paliza por cuestiones de raza y clase a dos clientes en los baños de la discoteca Fortuny, cuyo suelo acabó teñido de sangre

La brutal pelea del líder de Pignoise por Miguel Temprano
La brutal pelea del líder de Pignoise por Miguel Tempranolarazon

La noche del pasado viernes 5 de mayo, la discoteca Fortuny, propiedad de Javier Merino –marido de Mar Flores y padre de varios de sus hijos–, sirvió de escenario para una escena digna de la serie televisiva «Sin Tetas no Hay Paraíso». En la «secuencia baños», el papel protagonista lo interpretó, de forma voluntaria, Álvaro Benito Villar, quien se enzarzó en una brutal pelea que le dejó la nariz sangrando a borbotones.

El líder del grupo Pignoise fue, durante un largo periodo de tiempo, novio de Amaia Salamanca, quien en la actualidad sale con Rosauro Baro (el polo opuesto a Álvaro, aunque los dos han pasado por el mismo trance). Aunque ahora es artista, Álvaro saltó a la fama por ser un futbolista de primera división y compartir con Guti la camiseta blanca del Real Madrid, el vestuario del Santiago Bernabéu y su tardía afición a los tatuajes. Por ello, ambos comparten noches de conciertos de rock, tatuador favorito y otros menesteres inconfesables. Pero Álvaro vio truncada su carrera por una lesión en la rodilla y cambió las botas de tacos por la guitarra. Desde hace casi una década es el cantante de Pignoise, con varios discos en el mercado y una banda sonora que le viene «al pelo» a nuestra historia, la de la serie de «Los hombres de Paco».

Cantante camorrista
Noche del viernes, 4:00 am, discoteca Fortuny, aforo casi completo. Dos amigos, que han acudido con un grupo de chicos y chicas de su edad a tomar copas, se encuentran en los baños de la planta baja del local. No están solos: hay más clientes. Se abre la puerta y entra Álvaro acompañado de un amigo echando pestes de lo «pijo» que es el local y criticando el color de piel y la indumentaria de los presentes. Entre otras cosas, provoca diciendo: «Mira al negro de rosa meando...». El aludido decide no callarse: «Cada uno tiene su estilo. Tú llevas el pelo como Callejón y no pasa nada». La pelea de gallos está servida. Entonces entra en acción Álvaro, que se acerca al chico de la camisa rosa y le anuncia: «Vas a cobrar». Mira a su amigo rubio y continúa insistiendo: «Éste va a cobrar».

«¡Nos van a matar!»
Comienza una pelea absurda en la que vuelan vasos, puñetazos, codos, rodillas y patadas. Ante tal escándalo y griterío, una camarera del local que se encontraba en la cocina abre la puerta del baño y escucha a los dos jóvenes, que están siendo agredidos por el acompañante de Álvaro: «Por favor, ayúdanos, sácanos de aquí... ¡Nos van a matar!». Uno de ellos sangra por la nariz abundantemente y tiene un fuerte golpe en la cara. La chica los saca de allí y, cuando llega el encargado, salen a la calle sin atravesar el local, a través de una puerta secreta.

Cuando la camarera y el encargado regresan a los baños masculinos, Álvaro y su amigo continúan dentro. Las paredes y el suelo están teñidos de sangre. El encargado me comenta que «aquello parecía "La matanza de Texas"». El amigo rubio del cantante le sujeta la frente con la mano para contener la hemorragia: Álvaro también ha recibido lo suyo. Cuando salen, el SUMA llega para hacer su trabajo. El equipo sanitario que le atiende no reconoce ni al cantante, ni al futbolista: Álvaro es un herido más que, entre cura, punto va y punto viene, se lamenta diciendo: «En qué momento... ¡Tengo que aprender a estar callado!». Parece ser que su boca y su carácter le pierden y le traicionan a cada instante. ¿No será que desde que rompió con Amaia Salamanca no ha vuelto a ser el mismo? ¿Cómo ha encajado que el gran amor de su vida se haya ido con Sergio Ramos, otro jugador del Real Madrid? ¿O con el actor Mario Casas? ¿O que al final haya acabado enamorándose de su antítesis, Rosauro Baro, un niño pijo de Sevilla, como los clientes que frecuentan Fortuny?

Esa noche «pinchaba» su música el batería del grupo, Héctor Polo, y parte de la banda (amigos, guardaespaldas y mánager incluido) fueron a disfrutar de la sesión del «disc jokey». Algunos no pudieron entrar, el filtro de la puerta no permite mezclar «churras con merinas» (cosas de Merino). Esto ya despertó un malestar general entre los colegas rockeros, el mánager y los «mazas» expertos en artes marciales que dan seguridad a los artistas: no era su ambiente, ni su público. Tampoco su casa, pero ese odio visceral por los «pijos» hizo que en la enésima bajada al baño (comentan que estaban contentos con la barra libre «por ser vos quien sois») se desatasen los rencores y las pasiones por una pareja de inocentes «banqueros».

Todo este folletín no acabó en funeral gracias a una de las camareras de Fortuny que, escuchando la que se cocía en el baño, entró y paró la pelea, sacó a los dos «niñatos» y avisó a la seguridad del local, que actuó de inmediato. Si no es por esa «camarera-estudiante-modelo», a día de hoy tendríamos que lamentar alguna víctima. El juez dirá quiénes son los malos; el inspector Vallejo, de la Policía de la comisaría de Chamberí, y los dirigentes de la discoteca, lo tienen claro. Yo me reservo mi opinión, pero la «declaración jurada» ante notario de esa heroína decidirá quién paga los platos rotos.


Las claves
Dónde: en la discoteca Fortuny, en la madrileña calle del mismo nombre, número 34.
Fecha: 04/05/2012.
Protagonistas: Álvaro Benito y un amigo suyo.