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Siria se desangra ante la misión de la Liga Árabe
La población siria aprovechó la «protección» de los observadores de la Liga Árabe para expresarse con libertad. En lo que fue probablemente el único momento de respiro en los últimos nueve meses de violencia, al menos 70.000 personas intentaron entrar en el centro de Homs para manifestarse contra el presidente sirio, Bachar al Asad.
El régimen se encargó de dispersarlos con gases lacrimógenos para intentar impedir que sus protestas se oyeran en el mundo. Mientras, los enviados de la organización panárabe recorrían la conflictiva ciudad y el Ejército retiraba algunos tanques tras la batalla del día anterior. Los observadores querían determinar si Asad mantenía su promesa de establecer un plan de paz que terminase con la represión. Nada más llegar a Homs se reunieron con el gobernador de la ciudad. Una fuente de la expedición señaló que tenían la intención de preguntarle qué dirección quería tomar en base a las peticiones de los manifestantes, testigos de la inusitada violencia a lo largo de los nueve meses.
El canal de televisión Dunia no mostró imágenes de la visita y Siria ha prohibido la presencia de medios extranjeros, por lo que es difícil verificar la información desde el propio terreno. Un vídeo de aficionado, grabado el lunes por activistas y publicado en internet, muestra los tanques recorriendo Bab Amro y disparando. El mismo día fallecieron al menos 34 personas en todo el país. Sin embargo, la magnitud del conflicto es tal que Asad no pudo ocultar, aunque lo intentó, su poderío militar. Así lo afirman activistas, que indican que hasta una docena de tanques fueron vistos saliendo de Bab Amro. Además, señalan que los tanques han sido retirados para regresar más tarde. Por ello, estos activistas quisieron aclarar a la misión de la Liga Árabe que no debe dejarse engañar por el Estado y no les muestren únicamente los lugares donde la vida es relativamente normal.
Gases lacrimógenos
Pero a Asad no le inmuta ni la cifra de muertos ni la llegada de observadores. Ahora mismo está aislado internacionalmente salvo el escaso apoyo de Rusia y China. Por su parte, las potencias occidentales y sus vecinos Turquía y Jordania han pedido su renuncia para poner fin a una dinastía familiar que se mantiene en el poder desde hace cuatro décadas. El presidente sirio se defiende de las acusaciones y afirma que su gobierno «lucha contra el terrorismo islamista dirigido desde el extranjero». En la misma dirección se manifestó la agencia estatal de noticias Sana, que indicó que fuerzas militares del régimen mataron en la frontera con Turquía a varios hombres, a los que acusa de formar un «grupo armado terrorista» que trata de cruzar a Siria para unirse a la oposición. Esta frontera del norte se ha convertido en la vía elegida para la infiltración de desertores del Ejército en la lucha por derrocar a Asad.
Siria, tras recibir numerosas sanciones económicas, decidió enfrentarse a la Liga Árabe durante meses antes de aceptar la misión de vigilancia que se ha convertido en la primera intervención internacional significativa sobre el terreno desde el inicio de la revuelta popular. De momento, no existe una petición para que asistan observadores internacionales de la ONU ni un atisbo de intervención militar, como sí ocurrió en el caso de Libia. El problema interino es que la insurgencia armada está eclipsando la protesta civil en Siria, por lo que muchos temen un retroceso hacia la guerra sectaria entre la mayoría musulmana suní (fuerza impulsora del movimiento de protesta) y las minorías que se mantienen leales al Gobierno, en especial a la secta alauí, a la que pertenece Asad. Los analistas internacionales aseguran que la intención de la Liga Árabe es evitar que estalle una guerra civil en Siria, pero es más que probable que esto ya esté ocurriendo. Reuters
Una visita con pocos medios
El Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, con sede en Londres, se ha convertido en la conciencia de lo que ocurre bajo el mando de Asad. Confiaban poco en que la visita de los observadores sirviera para mejorar la situación de los sirios que viven en la represión y sus pronósticos, tal y como relataron a LA RAZÓN la semana pasada, parece que se han cumplido.
Homs, el bastión de las revueltas
Los habitantes de la ciudad de Homs, situada a160 kilómetros al norte de Damasco, permanecen atemorizados por la presencia de tanques en sus calles. Ha pasado de ser históricamente la puerta de entrada natural de la costa mediterránea al interior a convertirse en el epicentro de las revueltas contra el régimen de Asad. Por el día se encuentra prácticamente paralizada, con las carreteras bloqueadas y puestos de control en cada esquina. La ciudad se ha convertido en el corazón que late con el movimiento de protesta y sufre desde hace meses como ninguna otra ciudad la represión y la dureza del régimen.
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