Libia
Insultos fuera
Los políticos deberían dar ejemplo, pues son imagen para muchos ciudadanos, aunque desafortunadamente algunos no estén a la altura. Me refiero a José Blanco, que llamó cobarde a Mariano Rajoy. No es propio de un flamante ministro de infraestructuras utilizar semejante lenguaje para referirse al líder de la oposición, por lo que caben dos explicaciones: una, que el cargo le queda grande; dos, que el deplorable calificativo oculta intereses inconfesables. Nadie duda de la mala gestión del Gobierno en la crisis que nos azota desde 2007. Todos saben que al Ejecutivo le viene bien hablar de todo menos de la crisis. Consecuencia: Blanco ha lanzado la cuerda con el inefable epíteto para ver si Rajoy pica y los próximos debates parlamentarios giran en torno a Troitiño, ETA y la «inaceptable» postura del PP haciendo uso electoral de la lucha antiterrorista. Un terreno en el que el PSOE se maneja bien, pues ha hecho cuestión de Estado de los asuntos en los que no le conviene ser criticado; si el PP discrepa en materia antiterrorista, se convierte en un desleal; si lo hace con la postura española en Libia, pasa a ser un traidor; si el asunto son las pésimas expectativas económicas, se transforma en un antipatriota. La estrategia no está mal pensada, porque en verdad acota mucho el terreno del debate para el oponente, pero el titular de infraestructuras se ha pasado tres pueblos. El insulto de gran calibre no cabe en el discurso y mucho menos en el de un representante de todos los españoles, como es un ministro. Debería tener en cuenta que ya no es el número tres del PSOE.
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