Balance del Gobierno
Asesores por Alfonso Ussía
El régimen de adelgazar del Estado no se culmina con la desaparición de los asesores. Pero se rebajan mucho los michelines
La demanda principal de los ciudadanos, la exigencia fundamental de la mayoría de los españoles, es la de someter al Estado a un régimen de adelgazamiento urgente. Se habla de los sindicatos, de los funcionarios, de las subvenciones, de los infumables gastos autonómicos, de las ayudas a los amigos y muchas verdades más. Pero no hay que olvidar a los asesores. El asesor de confianza de un ministro tiene asimismo otro asesor de confianza que, a su vez, es asesorado por un asesor del tercer escalón. Existen, pues, tres categorías de asesores. La primera categoría, es decir, los participantes en la «championlí» de la asesoría, son los asesores de confianza de los gobernantes. La segunda categoría la componen los asesores de confianza de los asesores de confianza de los gobernantes. Y la tercera categoría, los asesores de confianza de los asesores de confianza de los asesores de confianza de los gobernantes. ¿A qué te dedicas? -Soy asesor-. Entiéndase por gobernante a todo aquel que tenga una responsabilidad de gobierno. Gobierno de la Nación, Gobierno de una autonomía, Gobierno de un partido político, Gobierno de un sindicato o Gobierno de una patronal, sin olvidar a los que gobiernan en la empresa pública. A los probos, esforzados y en ocasiones maltratados funcionarios del Estado se les ha arrinconado en sus mesas de despacho para ser sustituidos por los asesores de confianza, que no precisan de exámenes ni oposiciones. «Me marcho este fin de semana a las cataratas del Niágara con mi asesora de confianza especializada en aguas radicalmente descendentes». Y se van.
El funcionario ingresa en la Administración del Estado por abajo. El funcionario autonómico entra en la Administración por donde le sale del güito a su jefe inmediato, y el asesor de confianza lo hace por la azotea. De tal modo, que hemos alcanzado un número de asesores de confianza ingresados por las azoteas que no hay manera de pagarlos. Existe un asesor de confianza de categoría especial. Se trata de ese típico personaje con fama adquirida de ofrecer buenos consejos, que no se sabe por qué, y aunque no haya acertado ni una sola vez en su vida, es tenido muy en cuenta por los poderosos. Este tipo de asesor de confianza de categoría especial acostumbra a terminar su carrera en la empresa privada, preferentemente en el Consejo de Administración de un Banco poderoso, porque también sabe engañar a los banqueros. La sugerencia la hace siempre un asesor de confianza del Presidente del Banco. «Sería muy interesante que incorporásemos al Consejo a Fulano de Tal, que se lleva muy bien con los socialistas y con los populares, y, además, a su abuelo paterno lo fusilaron los nacionales y al materno los republicanos». Y el asesor público pasa a asesor privado y se ríe de lo privado como antaño lo hizo de lo público.
El asesor de asesores no lo tiene tan fácil. Cuando un ministro o un presidente autonómico mete la pata –lo cual es habitual–, el primero en caer es el asesor de confianza A, que, a su vez, arrastra en la caída a los asesores de confianza B, y estos, para no ser menos, culpan a sus propios asesores consiguiendo una toña descomunal de decenas de personas. Toña descomunal y agradecida con una indemnización lo suficientemente generosa como para silenciar hechos, evidencias y trapicheos. -Si yo te contara...
Un gobernante no puede permitirse el lujo que pagan los contribuyentes de rodearse de asesores. Se supone que el buen funcionario es un servidor del Estado, gobierne quien gobierne. Si el funcionario es desleal, se le expedienta , se le ordena contar moscas y aquí paz y después gloria. Pero nos sale mucho más barato el contador de moscas que los cien asesores que llegan con cada gobernante. El régimen de adelgazar del Estado no se culmina con la desaparición de los asesores. Pero se rebajan mucho los michelines.
✕
Accede a tu cuenta para comentar