Conciertos
«La organización me dio entradas usadas para volverlas a vender»
La investigación se centra en demostrar las irregularidades que se cometieron con la venta de billetes para la fiesta de Halloween
Madrid- Tres números de móvil para localizar a C. M., un relaciones públicas que conoce el ocio de la noche y se mueve en él como procede: discretamente y con prudencia, sin inflingir la Ley pero conociendo a algunos que lo hacen sin escrúpulos. Como tantas otras veces, también vendió entradas del Thriller Music Park, concretamente en un principio 350, «una cifra normal para un evento de este tipo», aunque no se le pasó por la cabeza que, la misma noche de la macrofiesta, hacia las dos de la mañana, «me dieran de nuevo más entradas para vender, las mismas que se quedaron los que, en teoría, eran los chicos de la organización. Entraban y salían para ser revendidas con la misma rapidez. No vendí todas porque mientras avanzaba la noche la gente se colaba. Te puedo asegurar que se sobrepasó el aforo con creces».
Para esta macrofiesta, C. M. siguió el procedimiento habitual: se las facilitaba FSM Group y tenía que recogerlas en la sala Macumba. «Las recogí, me quedé algunas, y otras se las di a la gente que trabaja para mí. Me llevé tres euros de comisión por cada entrada, en total gané en la primera tanda que vendí gané 1.050 euros, de las otras... prefiero no decírtelo».
Lo siguiente era contactar con la gente: «Normalmente lo hago a través de Facebook, los interesados me dan su número móvil y quedó con ellos. Si son clientes habituales, que afortunadamente tengo muchos, se las envió por sobre certificado». El viernes antes del evento ya las había vendido. «Entregamos el dinero en Macumba y se acabó».
C. M. afirma que todas las entradas que pasaron por su mano eran auténticas: «A mí no me dieron las que supuestamente dicen que eran falsas. Eso sí, lo que te puedo decir es que sé que ya habían pasado por los controles. La gente de esta organización es muy cuca, nunca rasgan las entradas y siempre se quedan con ellas... ¿por qué? bueno, creo que la razón, como se ha visto, es evidente». Explica detenidamente que cuando las entradas son para acceder a una discoteca u otro tipo de conciertos, «el procedimiento es el normal: romperlas y devolvérselas al cliente por si quiere salir de la sala para ir a fumar, por ejemplo. Es el típico protocolo de seguridad, al menos el que yo conozco, aquí por lo que me dicen no hubo ninguno, entre otras cosas porque no eran profesionales. A los chicos que estaban controlando las entradas y salidas creo que les pagaron unos cinco euros por hora, cuando lo habitual son doce. Desde luego se ahorraron muchísimo dinero».
También tuvo la oportunidad de ver, junto a otros relaciones públicas, cómo abundaba el intrusismo. «Sinceramente, me sorprendió mucho ver en la calle a chicos muy jóvenes, yo juraría que eran menores de edad, con tacos de entradas. Es imposible que ellos hubieran comprado tantos tiques... No es difícil deducir, y este mundo me lo conozco desde hace mucho tiempo, que se la dieron, sino directamente la organización, gente que trabaja para ellos».
A C.M. no le extraña nada lo que sucedió después, «desde poco después del inicio se veía que se les iba de las manos».
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