Historia
La torre de Babel
Éramos pocos y la abuela echó una cana al aire sin usar preservativo. Como no son suficientes los gastos que generan nuestros gobernantes, ahora, en el Senado, hay que implantar un sistema de traducción simultánea como el que existe en la ONU, para que sus señorías se expresen en sus correspondientes lenguas vernáculas, mientras nuestra vieja España recibe un mazazo al crédito y al optimismo de Zapatero, ya que apenas creceremos en seis años y no podremos cumplir los compromisos de déficit con la UE. Y los padres de la patria jugando a idiomitas en sus escaños, ¡manda huevos!, es para darles una patada en el trasero y largarlos a sus casas, que es donde deberían estar, practicando el vernaculismo con su familia, y ganándose los garbanzos como Dios manda, y no jorobando a la ciudadanía como lo están haciendo. Molesta ver esa foto de Leire Pajín, con su acostumbrado pelo grasiento, sonriente y feliz, acariciando la barbilla del promotor de tan genial propuesta. El día de mañana, por fortuna, a nuestros nietos les parecerá que chocheamos cuando les contemos los dislates que tenemos que soportar en este absurdo momento en que vivimos. Como increíble nos parece la matanza de Katyn, donde fueron asesinados más de 20.000 polacos por orden de Stalin, quien tantos adeptos tiene entre los forofos de la «memoria histórica». Ahora se van a conocer los documentos secretos de aquella vileza. ¿Qué dirán los de la ceja? Que se vayan todos a la torre de Babel y que nos dejen en paz al resto.
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