Ministerio de Sanidad
Maltratadas e indefensas
Lejos de atajar la violencia de género y reducir el número de víctimas, las estadísticas son la crónica de un fracaso: a falta de tres meses para que finalice el año, 53 mujeres han fallecido, sólo dos menos que en 2009, por lo que es más que probable que en 2010 se supere la cifra de 55 asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas. Los datos facilitados por Igualdad no invitan al optimismo: sólo 13 de las 53 víctimas habían denunciado previamente malos tratos y 11 de ellas habían solicitado protección, aunque únicamente la obtuvieron 9. Los medios para la prevención también son insuficientes. Según informó el delegado de Gobierno para la Violencia de Género, Miguel Lorente, hasta el mes de julio se registraron unas 530 mujeres en riesgo alto o extremo de ser maltratadas hasta la muerte. Sin embargo, sólo 369 tenían activos los dispositivos de control de las medidas de alejamiento, con lo que unas 161 féminas estaban en una situación de desprotección total. Con estos datos sólo cabe calificar con un suspenso la gestión del Ministerio de Bibiana Aído. Nadie ignora, y así lo transmite la propia ministra, que la razón de ser y la prioridad de su departamento es reducir esta siniestra estadística. Pero los hechos la contraciden, ya que no sólo no se reducen las cifras, sino que aumentan. Es evidente que se están haciendo muchas cosas mal en una materia que el Gobierno ha predicado como pilar básico de su política social. Aído ha dedicado más tiempo, más recursos y más propaganda en alentar e impulsar una ley tan ideológica como la Ley del Aborto –que crea una profunda división en la opinión pública– además de otras ocurrencias peregrinas como dilapidar 26.000 euros para la elaboración de un «mapa de excitación sexual del clitoris», distribuir posavasos en clubes de alterne o crear una línea telefónica para que el varón descargase su agresividad. Tan cierto es que la violencia de género es un problema muy complejo como que la ministra Aído no puede o no sabe cómo abordarlo, vistos los resultados. Igualdad no tiene toda la culpa en este fracaso, es cierto, pero sí debería haber liderado todas las iniciativas. Para empezar, su coordinación con Interior y Justicia para articular un procedimiento eficaz para que los dispositivos de control de las medidas de alejamiento lleguen a todas las afectadas es manifiestamente mejorable y, sobre todo, posible. Buena prueba de ello es cómo esta coordinación sí funcionó con precisión de relojería en el caso de la Ley del Aborto, en la que sí hubo intención, y sobre todo,
perseverancia, entre Igualdad, Justicia y Sanidad, no sólo para que se aprobase la ley, sino también para que ésta se ejerciese desde el primer momento sin lagunas ni en el fondo ni en la forma. ¿Por qué no ha ocurrido igual con la violencia de género? Es evidente que se necesita la cooperación de las víctimas y de la sociedad, pero también es imprescindible que Igualdad gestione con más sensatez y eficacia sus partidas. Lo cierto es que las cifras de víctimas de violencia de género son una triste credencial que certifica que el Ministerio de Aído es un sinsentido, bastante oneroso, por cierto, que en vez de estar al servicio de los ciudadanos está al servicio de una ideología.
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