La vampira no se rinde

Empecemos por el debe: el problema de esta cuarta entrega de la serie protagonizada por vampiros (qué poca sangre beben ya...) y licántropos enfrentados hasta que los pro- ductores lo estimen oportuno no reside en la exagerada frialdad de su protagonista (una asesina de humanos con todas las de la ley), sino en el cansancio propio de una saga cuya primera cinta no era tampoco para tirar cohetes. Enfrentados los guionistas, pues, a la ardua tarea de concebir una historia que enganche de nuevo la atención del personal, no escatiman en giros sorprendentes (la introducción de la manipulación genética supone un mundo nuevo de gozosas posibilidades), alumbramientos increíbles... No le neguemos, entonces, el haber: veloz, violenta, cafre, esta nueva «Underworld» que parece un videojuego y evoca a otra serie que repite, «Resident Evil», consigue entretener al espectador palomitero incluso mejor que ninguna de las precedentes. Y tranquilos: tras la excelente acogida en EE UU, pronto comprobaremos si la niña sigue siendo tan cafre o no.