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Inmigración: «Hay que romper las fronteras»
En el primer trimestre de 2011 se inscribieron como residentes europeos 166.745 extranjeros más que en 2010. Una cifra ridícula si la comparamos con los cientos de inmigrantes sin papeles que intentan entrar en el Antiguo Continente a diario. «El mundo se está haciendo pequeño y todo nos incumbe», asegura Joe, uno de los muchos jóvenes ingleses que pasean por Madrid para encontrarse con otros peregrinos y «esperar lo inesperado»
Su estilismo no pasa desapercibido y numerosos turistas se acercan a él para preguntarse por su llamativa cresta naranja. Viaja con varios compañeros de su misma congregación y uno de ellos, Sebastian, se adelanta: «Las personas con más medios deben moverse para ayudar a los que más lo necesitan. En Inglaterra, tenemos a muchos extranjeros y, aunque somos una sociedad multicultural, los problemas siempre surgen. No creo que sea bueno una inmigración sin límites», prosigue.
Ante la imagen de la Sagrada Familia de Barcelona que se expone a un margen del lago del parque madrileño, encontramos a Agathe, Maxime y Jeanne. Pertenecen a un grupo de «scouts» de la región noreste de Champagne. «La inmigración no está bien gestionada. Es normal que si en tu país no encuentras trabajo, te traslades a otro país», asegura Agathe, de 18 años. Sus compañeros añaden: «No sólo hay que expulsar a los que entran de forma ilegal, debemos ayudar a los países pobres y formarles para que salgan adelante sin la necesidad de emigrar».
Son muchos los italianos que han venido a festejar la JMJ. Entre ellos, un grupo de 20 napolitanos nos explican la situación que están viviendo con la oleada de disidentes árabes que huyen de sus revueltas y buscan amparo en la isla de Lampedussa. «Debemos acoger a todas estas personas. Hay que romper las fronteras de la inmigración, evitar las diferencias de los mercados financieros y obligar a las instituciones a implicarse más», dice Fortuna.
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