España

La historia se repite

España necesita más reformas estructurales dirigidas a dotar nuestro modelo de mayor competitividad y, sobre todo, a crear empleo 

La Razón
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Frente al vigoroso crecimiento germano se extiende por nuestra lánguida economía un temor a su posible empeoramiento. Como siempre, las dudas que existen sobre la economía global se acrecientan en España por nuestros propios problemas. A la buena noticia de que se encadenó un segundo trimestre de crecimiento de un 0,2%, se nos advierte de que, si bien según el Gobierno «están dadas las condiciones» de la recuperación, habrá una caída en el próximo trimestre, explicando esta premonición con que «siempre ha sido así». Nos enfrentamos a una permanente paradoja, el crecimiento del segundo trimestre no es estacional (turismo, servicios, contrataciones) y, por el contrario, la caída del tercer trimestre sí es estacional (fin del verano, fin de los contratos, etc.), esto es, una suerte de estrés post-vacacional. Lo que sí es cierto es que el crecimiento germano ha sido el doble que el británico o el sueco, casi cuadruplicó al francés, sextuplicó al italiano y multiplicó por once al español y al portugués. Algunos expertos vaticinan que la economía española caerá un 0,7% en 2010 y no pasará de un crecimiento cero (+0,02%) en 2011. Estos creen que la economía ha encallado en la crisis y no perciben que se vaya a producir una salida en el medio plazo. Por el contrario, el Banco Central Europeo cree que la economía española ha iniciado ya la consolidación de su recuperación, aunque advierte de que para mantenerla es necesaria la «pronta y firme» instrumentación y puesta en práctica de los planes de consolidación fiscal comprometidos y de las reformas estructurales aprobada o anunciada. En cualquier caso, en lo que sí parecen coincidir todos es que España necesita más reformas estructurales dirigidas a dotar nuestro modelo de mayor competitividad, sobre todo a crear empleo, y que la conviertan en menos sensible a las coyunturas cortoplacistas. Algo estarán haciendo bien los alemanes y no tan bien en España. La mayor parte de los estudios sobre nuestra economía entienden urgente y necesario abordar una transformación sustantiva de las administraciones y de sus procesos de gestión para hacerla más eficientes, algo que con nuestro actual modelo de Estado, que algunos quieren mantener permanentemente abierto, va a resultar muy difícil. Conviene recordar la reforma constitucional llevada a cabo en Alemania a tal efecto, de la cual distan mucho iniciativas legislativas habidas en España. Son dos formas diferentes de hacer las cosas; quizá la explicación es que allí se piensa más en el bien común y menos en los votos. Pero lo más triste es comprobar cómo una y otra vez se repite la historia en España, salvando, claro está, las diferentes coyunturas sociales, económicas y, sobre todo, políticas. Parece que en nuestra economía, como en casi todo, hay un factor propio que nos persigue a lo largo de los siglos. Por ejemplo, la España más rica conocida hasta ahora, la de los Austrias, se ahogó como consecuencia de una pesada administración, con una burocracia extensa, localista y sin visión de estado, así como unos gastos incontrolados para sostener las permanentes guerras. Además, las crisis económicas solían conllevar procesos políticos de desmembración interna. Con Felipe IV, su válido intentó con una devaluación y reajustes de la paridad de los metales aliviar la economía, tratando de implantar una política fiscal de reducción de gastos y deudas, no obstante lo cual la maquinaria del Estado, poco a poco, acabó con la tímida recuperación económica. El peso y la ineficiencia de nuestra Administración, a pesar de sus múltiples intentos de modernización, nos ha vendido lastrando durante años y años, a lo cual hay que unir los constantes movimientos centrífugos, e involuciones centrípetas a las que se ha sometido España en los últimos trescientos años. Parece que no encontramos nuestro sitio en el campo de juego. Es curioso leer a ilustrados de la época de Carlos III, Campomanes o Jovellanos, y comprobar cómo salvando el tiempo transcurrido y el progreso habido, los problemas de España y la búsqueda de soluciones son muy análogos. Proponían para aquellos tiempos un mercado unificado, unas comunicaciones modernas, liberalizar las compras en el interior y perfeccionar la organización de los recursos, pero la conclusión final era la necesaria modernización del Estado. Surgió en este momento una verdadera obsesión en estos intelectuales, heredada por Larra, de adaptar los aparatos administrativos a las circunstancias, la necesidad de unificar las leyes, utilizar una sola lengua en la administración y sustituir la multiplicidad de impuestos por una sola en toda la nación. Pusieron un especial énfasis en la instrucción publica, en invertir en cultura y en educación para el pueblo. Llama poderosamente la atención la similitud de algunas de estas propuestas con las que hoy se están haciendo. No cabe duda de nuestros progresos, de nuestras flamantes infraestructuras –los caminos hacen nación, se decía–, pero queda tanto por hacer. ¡Tenemos tantos gastos de ricos y tan limitados recursos!