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Manos a la obra
En consonancia con la naturaleza de los tiempos que corren, los nuevos ministros tomaron ayer posesión de sus cargos asumiendo públicamente que no hay ni un minuto que perder y que no pueden defraudar las expectativas que los españoles han depositado en el cambio propuesto por Mariano Rajoy. Son conscientes de que están obligados a quemar etapas y que los cien primeros días no serán precisamente de rodaje, sino de toma de decisiones vitales para la reactivación económica. De entrada, resulta muy positivo que la composición del Gobierno haya recibido muchos más elogios que críticas, especialmente por la competencia profesional de sus integrantes. Que los propios líderes sindicales hayan subrayado la solidez del equipo no es baladí. La simple lectura de sus currículos académicos y profesionales revela que Rajoy ha elegido a trece gestores de reconocida solvencia, más allá de que les unan lazos políticos o de amistad. Pero también en la estructura del equipo, con una distribución nítida de competencias, se aprecia el estilo cartesiano del presidente, quien se ha reservado la dirección económica mediante la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, de modo que se mantenga el equilibrio entre los pesos pesados De Guindos y Montoro. El primero será el rostro del país en los foros internacionales, quien venda la marca España asistido desde Exteriores por el veterano García Margallo, y quien le ponga el cascabel al gato de un sistema financiero que necesita una reforma a fondo. El segundo, tiene la llave de la caja, tanto para ingresar como para gastar. Al descartar una vicepresidencia económica, tan habitual en los últimos gobiernos, Rajoy transmite un mensaje inequívoco: su principal misión será pilotar las reformas económicas y que las cuentas cuadren. Para lo demás, el presidente delega prácticamente todos los resortes en manos de Soraya Sáenz de Santamaría, entre ellos los servicios de inteligencia y la coordinación informativa. Por lo demás, las tomas de posesión, realizadas en un clima de cordialidad muy encomiable, apenas sí dieron para esbozar las líneas de actuación de cada ministro. Tienen especial interés dos reformas avanzadas por Ruiz-Gallardón: la del Poder Judicial, para alejar a sus vocales de las cuotas partidistas; y la del Tribunal Constitucional, para que sus magistrados no sean simples correas de transmisión de quien los elige. Acierta el nuevo ministro de Justicia en impulsar dos cambios fundamentales para devolver el prestigio perdido al máximo tribunal del Estado y para que el sistema judicial sea independiente de verdad. Merece también subrayarse la intervención del ministro del Interior, quien elogió de manera elegante el trabajo de sus predecesores en la lucha contra ETA y advirtió a los terroristas de que dejar de matar es una condición necesaria pero no suficiente para seguir avanzando.
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