Afganistán
Sólo es el principio de una revolución pendiente
EL CAIRO- La activista yemení Tawakul Karman dedicó ayer el Premio Nobel de la Paz a las revoluciones árabes. En todas ellas las mujeres han jugado un papel importante y han sido de las más activas tanto en la calle como en la sombra, a través de internet y promoviendo la libertad de expresión.
En Túnez, donde se dio la primera revuelta que inspiró al mundo árabe, las mujeres gozaban de cierta igualdad antes de la revolución y ahora están siendo incluidas en la vida política del país. Mientras, en Egipto su participación en la transición es mucho menor que en los 18 días de protesta, en los que se vivió un clima idílico de igualdad que dio esperanzas a muchas egipcias, algunas de las cuales incluso aspiran a la presidencia. Los mismos sueños nacieron entre las mujeres libias. Ellas han acuado desde la retaguardia pero su papel en la revuelta no está siendo reconocido por las nuevas autoridades, que aun así han prometido igualdad en el futuro.
Por el momento, sin embargo, en el Consejo Nacional libio sólo hay una mujer entre sus 43 miembros. En Siria están actuando sobre todo desde las organizaciones opositoras que están detrás de las manifestaciones, pero también son víctimas de la brutal represión del régimen. Han sido identificadas, perseguidas, arrestadas, torturadas y asesinadas.
En los países del Golfo, donde las mujeres están especialmente discriminadas, han salido a la calle y han hecho oír su voz con más valor que nunca, como en el caso de Yemen, cuya revolución ha roto tabús sociales y religiosos. En la vecina Arabia Saudí, las mujeres están liderando el aún limitado movimiento de protesta porque es el colectivo que más sufre la falta de derechos y libertades individuales. Igual ocurre en países musulmanes de Asia Central como Afganistán o Pakistán, donde una valiente Asia Bibi es perseguida por su fe.
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