Cataluña
OPINIÓN: Frutos de la visita de Benedicto XVI
Nos disponemos a acoger con alegría al Papa el próximo domingo en nuestra ciudad para presidir la dedicación del templo de la Sagrada Familia. Agradecemos de todo corazón a Benedicto XVI que haya tenido la generosidad de aceptar la invitación de visitar nuestra ciudad.
La visita apostólica de Benedicto XVI es un auténtico don de Dios y, sobre todo durante estos días que faltan para su llegada, tenemos que prepararnos con la oración para que esta visita dé muchos frutos espirituales y pastorales a nuestra Iglesia de Barcelona y a todas las diócesis catalanas, con las que desde hace muchos años trabajamos conjuntamente.
Como primer fruto, nos percatamos de que la Iglesia de Roma es importante y de que el obispo de Roma tiene el ministerio, como sucesor del apóstol Pedro, de «confirmar en la fe a sus hermanos» y de velar por la comunión y la unidad de todas las Iglesias locales, un ministerio que traduce directamente la voluntad de Cristo: «¡Que todos sean uno!». El Papa es la «imagen» de la unidad. El padre Congar lo llama «icono de la unidad». Expresión feliz, pues es cierto que todo el Colegio Episcopal, con el Papa como cabeza, tiene confiada por Cristo la misión de velar por la unidad de la Iglesia y por la difusión universal del Evangelio; pero esta misión tiene siempre un punto de referencia y de identificación en la persona del Santo Padre. Revitalizar nuestra fe, nuestra identidad cristiana y nuestro testimonio personal y comunitario ante nuestra sociedad es el fruto principal que hemos de procurar obtener de este acontecimiento que viviremos los próximos días.
Otro fruto de las visitas apostólicas del Papa consiste en percatarnos del sentido y del valor de cada una de las Iglesias locales. Así lo he expuesto en la carta dirigida a todos los diocesanos, que he titulado «Empecemos un nuevo curso con el Papa». Juan Pablo II dijo que cada viaje del Papa es un «auténtico peregrinaje al santuario vivo del Pueblo de Dios». En efecto, cada Iglesia diocesana es un «santuario vivo», una asamblea de personas que en la confesión de la fe hacen visible la presencia de Cristo en medio de los hombres.
Esto comporta que todos amemos y sirvamos con generosidad y fidelidad a la Iglesia diocesana, en la que está presente y operante toda la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica. Benedicto XVI ama a nuestra Iglesia de Barcelona, como queda de manifiesto en el hecho de que, a pesar de sus muchas responsabilidades y de otros viajes programados, haya aceptado la invitación que le hice como pastor diocesano. Es un nuevo motivo para agradecer y amar mucho al Papa por este gesto de afecto, y también para agradecer y amar mucho a la Iglesia de Barcelona que cuida y alimenta nuestra vida cristiana.
Dispongámonos, pues, a recibir al Santo Padre, a acoger a Benedicto XVI como a aquel que viene en nombre del Señor. A acoger a un Santo Padre que, en la línea de los últimos sucesores de san Pedro, es un defensor del hombre y de sus derechos, empezando por el derecho a la libertad religiosa. Su venida quiere ser también un signo de afecto hacia los hermanos de otras confesiones cristianas y hacia los creyentes de las otras religiones presentes entre nosotros. Dispongámonos a acoger a un Santo Padre defensor de la paz entre los hombres y entre las religiones.
Nuestra ciudad, durante los primeros días de este mes de octubre, acogió por segunda vez el Encuentro Internacional de Oración por la Paz, promovido por la Comunidad de San Egidio. Deseo que los mensajes que nos dirigirá el Papa nos ayuden a hacer realidad, día tras día, el lema de este encuentro interreligioso: «Convivir en tiempos de crisis. Familia de los pueblos, familia de Dios».
Lluís MARTÍNEZ SISTACH, cardenal arzobispo de Barcelona
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