Barcelona
El niño náufrago
En la madrugada del 5 al 6 de agosto, 18 argelinos a la deriva fueron rescatados frente a las costas de Almería por un crucero turístico de lujo. Se trata del buque «Disney Magic», que realiza la ruta entre Dover y Barcelona con capacidad para 1.700 pasajeros que se puedan permitir los 3.000 euros por cabeza que cuesta el periplo. El nombre del barco es expresivo del tipo de cliente que embarca: familias con niños que durante nueve días y ocho noches se levantan con Mikey Mouse, se desayunan con Goofy, pasan el resto de la jornada con la factoría al completo y se acuestan con el Rey León o La Sirenita. Aparte de dinero, tienen mérito los padres que por entretener a sus hijos se someten a tal suplicio sin que ninguno salte por la borda. Por fortuna, el crucero no lo gobernaba el Capitán Garfio, sino alguien mucho más humanitario que no dudó en parar máquinas, echar un bote y socorrer a 18 náufragos en serio peligro de muerte. Si además de alimentar las fantasías infantiles, el ratón Mikey o el pato Donald también salvan vidas, no habremos desperdiciado nuestra infancia a su sombra.
Pero como todos los sueños felices, también éste ha tenido su súbito despertar. Entre los 18 argelinos a los que se les apareció aquella noche un gigantesco bosque de luces flotando ante su minúscula patera había un niño. No es difícil adivinar sus ojos de asombro ante la naturaleza de los rescatadores. Durante unas horas llegó a acariciar ese paraíso de opulencia por el que se jugó la vida. Allí, entre personajes de peluche, piscinas de aguas cristalinas y princesas de cuento, tuvo la certeza de haber llegado a la tierra prometida de la que tanto hablaban sus padres en las noches de insomnio. La felicidad debía de ser aquello y cientos de niños como él la desgustaban a cucharadas sobre la cubierta de un barco. Hasta que, al día siguiente, el buque llegó a puerto. Entonces, aquel niño fue trasladado a un centro de inmigrantes ilegales para su repatriación.
Tal vez aguardó hasta el último instante a que apareciera Aladino con su lámpara maravillosa y le transportara muy lejos de los mares de la miseria, y viajaran juntos sobre la alfombra voladora hacia ciudades con nombre de esperanza: Madrid, Barcelona, París... Lugares soñados que se desvanecieron de golpe, en un implacable despertar al mundo adulto donde soñar despierto no está al alcance de los niños pobres.
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