Bruselas
La metamorfosis
Ajeno a las intrigas en su partido por la sucesión, y a fisuras en el Gobierno por la guerra de Libia, el presidente Zapatero levita. No hay más que ver su rostro en Bruselas, ante los mandatarios que tanto debe, y en el Congreso con su falaz «misión humanitaria» contra las huestes del Coronel Gadafi. Todo un ejercicio de cinismo, que define bien la frase de Gaspar Llamazares: «Quién le ha visto, y quién le ve». El otrora abanderado de la paz, defensor de causas pobres, samaritano de la igualdad, sufre una profunda trasformación que desespera al PSOE, en inevitable agonía.
Rodríguez Zapatero es comparable al magnífico libro de Franz Kafka, «La metamorfosis». Su protagonista, Gregorio Samsa, amanece un día convertido en extraña criatura y se aleja de los suyos. Ese radical cambio se cierne sobre un gobernante que parece obviar las quejas de sus «barones», las movidas de sus ministros aspirantes a sucederle, y el daño a una organización cada vez más a la defensiva. Es como el cojo que, al ignorar su dolencia, pretende aparentar que no la tiene. En política, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Su credibilidad queda bajo mínimos.
Hubo un tiempo en que Felipe González, abrasado por el GAL y la corrupción, deseaba irse, pero el partido no le dejó. Con Zapatero sucede lo contrario. El partido quiere que se vaya, y él se resiste. El líder que llegó al poder por el ardor pacifista ante Irak, sucumbe ahora ante el belicismo en Afganistán y Libia. Es su última frontera traspasada, y su hoja de ruta transmutada.
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