Literatura

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Un día de paseo por Antonio PÉREZ HENARES

Un día de paseo, por Antonio PÉREZ HENARES
Un día de paseo, por Antonio PÉREZ HENARESlarazon

Los días de las urnas son propicios al paseo. Es una de las mejores maneras de aprovechar la jornada.
Al ir, al volver o aunque no se vaya. Y este otoño, al fin lluvioso, saca colores también hermosos en las ciudades.
Yo, que vivo en Madrid, pienso disfrutarlo. Y sorprenderme un año más de los susurros de las hojas en su dulce agonía y de las despedidas al atardecer de los mirlos, la mejor de las melodías en esta estación.
Los mirlos, ya lo he escrito aquí, pero no me importa repetirlo una vez más, son la voz de los otoños.
Está Madrid hermoso para quien quiera pararse un poco y mirarlo. Que ése suele ser el problema, que en Madrid y en las grandes urbes, nos paramos a mirar poco.
Como si aquí no hubiera arboles que contemplar, ni sensaciones naturales que intentar dejar prendidas en la retina.
Le está costando llegar al frío y eso lo aprovechan las plantas para retardar su desnudez y aguantar todo lo que pueden sus galas.
Ocres, amarillos y rojos sustituyen al verde de ayer. En el suelo, allá donde éste no ha sido esterilizado por el cemento o el asfalto, es, sin embargo, el verde quien rebrota sobre lo que ayer eran pardos eriales resecos. En algunos balcones aguantan los geranios. Los madroños empiezan a ver colorear sus frutos y en algún patio de una casa baja he visto granadas y membrillos. Reconozco haber robado uno que pendía fuera de la verja y me lo he llevado para que me deje su aroma en el despacho.
No les insto a ello. No está bien robar membrillos en su paseo del domingo, pero sí a que se lleven de vuelta algún rincón descubierto, algún árbol que como la más dulce de las llamas nos haya acariciado la mirada. No todo va a ser votar y contra los votos, el domingo.