Sevilla
Nos los Alba por Fernando Rayón
Los Álvarez de Toledo iniciaron su andadura en la historia nobiliaria española allá por el siglo XIV al conseguir los señoríos de Oropesa y Valdecorneja. Fueron una recompensa por los servicios prestados al rey Enrique II de Castilla. Pero aquello fue sólo el aperitivo: el ascenso de la familia, que procedía de la localidad salmantina de Alba de Tormes, se consolidaría a partir del siglo siguiente gracias a los nuevos apoyos a la corona en sus conflictos con la nobleza castellana.
En 1429 Gutierre Álvarez de Toledo, obispo de Palencia y arzobispo de Sevilla y Toledo, obtuvo de Juan II el señorío de Alba de Tormes. Heredado por su sobrino Fernando, el mismo rey le nombró conde de Alba de Tormes en 1438; aunque será su hijo García Álvarez de Toledo, marqués de Coria y conde de Salvatierra, el que conseguirá que el título sea elevado a ducado, convirtiéndose, por tanto, en el primer Duque de Alba en 1472 por concesión de Enrique IV de Castilla. Luego vendrían el segundo Duque Alba de Tormes: Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez, y el tercero: Fernando Álvarez de Toledo, más conocido como el Gran Duque de Alba, que darán a la familia un papel fundamental en la historia de España.
Sin descendencia
Hoy el título ya no corresponde a los Álvarez de Toledo. Sucesivos matrimonios convirtieron a los Fitz-James Stuart, duques de Berwick, en poseedores de la distinción. La culpa la tuvo la XIII Duquesa de Alba, pues, al morir sin descendencia, heredó el título en Carlos Miguel Fitz-James Stuart, sobrino-bisnieto de Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, XII Duque Alba de Tormes y abuelo de la XIII Duquesa. Los Berwick eran una rama ilegítima de los Estuardo. James Fitz-James, primer duque de Berwick fue un militar francés, hijo ilegítimo de rey Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia y de Arabella Churchill, hermana del duque de Marlborough. Familia importante también en España, pues además de ser duques de Berwick en Inglaterra eran también duques de Liria y Jérica en España. Pero los matrimonios tampoco les fueron mal a los Alba pues, gracias a ellos incorporaron casas nobiliarias, como la de Olivares, Carpio o Villanueva del Río, a la herencia familiar. Quizá uno de los mejores casamientos, en lo que a títulos se refiere, fue el de Jacobo Luis Fitz-James Stuart (1821-1881), VIII duque de Liria y Jérica, VIII duque de Bournonville, XV duque de Alba de Tormes, XIII duque de Huéscar, XI duque de Montoro, XI conde-duque de Olivares... con María Francisca de Sales Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, XII duquesa de Peñaranda de Duero, XV marquesa de Villanueva del Fresno, XI marquesa de Barcarrota, VII marquesa de Valderrábano, IX marquesa de la Algaba, XI marquesa de la Bañeza, XIV marquesa de Valdunquillo, XV marquesa de Mirallo, IX condesa del Montijo, XX condesa de San Esteban de Gormaz, XVII condesa de Miranda del Castañar, VIII condesa de Fuentidueña, XIII condesa de Casarrubios del Monte y XV vizcondesa de los Palacios de Valdueña. Era María Francisca hija del XV conde de Teba y VIII conde del Montijo y, por tanto, hermana mayor de Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, y por tanto emperatriz de los franceses. Se mire por donde se mire, los parentescos con las Casa Reales de Europa son un hecho, como lo es ser hoy una de las casas nobles con mayor cantidad de títulos en su haber.
Pero no todos los casamientos les salieron tan redondos. Por ejemplo, también emparentaron con los duques de Veragua, descendientes de Cristóbal Colón, aunque este título, por el que pleiteó la actual duquesa, pasó finalmente a manos de otra rama familiar. No todo le iba a salir bien a Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba, aunque los veinte palacios y castillos repartidos por toda la geografía española dan idea de la largueza e historia de sus posesiones. Tampoco los tres matrimonios de Cayetana han añadido títulos a la Casa. En eso ha marcado distancias con la historia familiar. Pleiteó pero no sumó títulos por matrimonios.
Quizá por eso Cayetana de Alba llegó a ser dieciocho veces Grande de España antes de que legara a sus hijos cuatro de sus títulos nobiliarios con grandeza, quedándose con cuatro menos. Al parecer, los ducados de Huéscar y Aliaga habrían pasado a posesión de sus dos hijos mayores directamente tras la muerte del XVII duque de Alba de Tormes, sin haber estado nunca en sus manos. Además, el ducado de Liria y Jérica posee una sola Grandeza, al igual que el condado de Lerín y la dignidad asociada de Condestablesa de Navarra y de Éibar. Catorce Grandezas que incluyen 6 ducados, 1 condado-ducado, 19 marquesados, 20 condados y un vizcondado. Los Alba no son una clase, pero sí son historia de España. Son Nos, los Alba.
Fernando Rayón
Periodista e Historiador especialista en Casas Reales
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