La Habana
Cuba se mueve
Lo que hace 50 años se definió encomiásticamente como «Huracán sobre el azúcar» es hoy una isla a la deriva. Ese «O rectificamos o nos hundimos» de Raúl Castro lo confirma. Él es un orador detestable, dipsómano, más antiestadounidense que su hermano, pero lo suficientemente listo como para sobrevivir a Fidel, supliendo su falta de carisma con el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa. El Ejército nunca encabezó la represión y es apto para tutelar los cambios.
Otro párrafo del discurso de Castro confirma las predicciones: preeminencia del Partido Comunista, pero con Embajada estadounidense, Coca Cola, y parcelas de cuentapropistas. La criba que está haciendo al funcionariado sólo es posible con bayonetas. Pierdan toda esperanza los que quieran ver el espejismo de una primavera en La Habana. Para cambiarse a sí mismo el régimen necesita mejorar su política de derechos humanos, a lo que le ayuda la Iglesia y no «Trini». Ni liberación de presos, ni libertades civiles, ni urnas, pero Cuba manotea para no hundirse.
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