ETA
ETA y el aval a Batasuna
De acuerdo con la información que hoy publicamos en LA RAZÓN, es muy posible que la banda terrorista ETA despache este fin de semana un comunicado para anunciar un «alto el fuego permanente, verificable» e, incluso, «unilateral». Parece ser que a los terroristas les urge transmitir este mensaje y no perder más tiempo en facilitar a Batasuna que pueda presentarse a las elecciones locales y forales de mayo sin la ominosa sombra de las pistolas apuntando. De hecho, la publicación del comunicado habría sido retrasada a causa de la declaración del Estado de Alarma el pasado día 4, pues no sólo le restaba protagonismo mediático, sino que además dificultaba una acogida benévola por parte de un Gobierno demasiado atareado en decretar medidas excepcionales por un conflicto laboral. Ahora, sin embargo, todo apunta a que la banda y su brazo político desean acelerar los trámites para alcanzar sus propósitos electorales. Sería estéril y cansino especular con el alcance real de este nuevo panfleto, si la «medida de gracia» incluye la extorsión y el chantaje a los empresarios o si la «kale borroka» queda fuera del «alto el fuego». Nada de lo que pueda decir o prometer la banda terrorista tiene valor alguno. Sólo su disolución y la entrega a la Justicia de sus integrantes es aceptable en un Estado de Derecho. Todo lo demás no son más que maniobras para eludir la derrota inexorable y para colarse de nuevo en las instituciones democráticas con el objeto de financiarse y de perpetuar desde dentro su entramado terrorista. Sin su presencia en los ayuntamientos y las diputaciones, el brazo político de ETA sólo es un cadáver que se arrastra por el filo de la legalidad y termina dando con sus huesos en la cárcel. Sus líderes, empezando por Otegi, lo saben por experiencia propia. De ahí que les vaya la vida en cambiar de estrategia y en que ETA escenifique una suerte de «gesto de buena voluntad». Es de suponer que el Gobierno no caerá otra vez en una trampa tan burda y que de ningún modo aceptará el «alto el fuego» como aval a la candidatura de Batasuna. Después de medio siglo de terrorismo y de casi mil asesinatos, todos los demócratas deberíamos tener muy claro que la cuestión central no es debatir las decisiones de ETA, sino trabajar para su rendición y erradicación. No vale que la partida termine en tablas ni que los pistoleros acuerden tomarse vacaciones: su final sólo puede ser la derrota sin resquicios para que no quepa la más leve duda de que el terrorismo es ineficaz y no sirve para arrancarle cesiones al Estado de Derecho. Que la banda desaparezca pronto es muy importante, pero también lo es la forma en que lo haga: ha de haber vencedores (los demócratas) y vencidos (los pistoleros y sus servidores políticos). La derrota de ETA no es una exigencia vana o un primitivo deseo de venganza, sino una exigencia ética que reafirma la superioridad de la sociedad democrática sobre los pistoleros y dinamiteros. Que ahora éstos, acorralados policial y judicialmente, busquen un respiro para sí y para Batasuna con un «alto el fuego», el enésimo en su sangrienta historia, sólo pueden engañar a los que deseen ser engañados.
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