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De qué nóminas habla por Javier G Ferrari
Según Rubalcaba, el hombre que perdió en las urnas la friolera de 59 escaños, y que previamente actuó como cooperador necesario en la debacle que vivió el PSOE en las elecciones municipales y autonómicas de mayo pasado, para medir el valor de la palabra de Mariano Rajoy no hay más que ver la nómina de este mes. Efectivamente, todos aquellos que han logrado sobrevivir a la sangría de desempleo provocada por el Gobierno Zapatero, del que él formó parte como ministro y vicepresidente, han comprobado, o lo harán mañana, que sus ingresos han disminuido por la subida del impuesto de la renta aprobada en el Consejo de Ministros del 30 de diciembre. Cinco millones trescientos mil ciudadanos no podrán verlo porque no tienen trabajo, y por lo tanto tampoco nómina que cobrar. Cerca de cuatro millones de esos cinco largos tendrán que agradecer al PSOE y a su actual secretario general que no les afecte la nueva tabla de retenciones. Ya les gustaría llevar menos dinero a casa en lugar de nada. Eso es lo que tienen que explicar los socialistas a la gente si salen a la calle a explicar su proyecto de país, como les pedía este fin de semana Rubalcaba. De momento los que han salido a la calle lo han hecho para provocar disturbios y apedrear sedes del PP, como en el caso de Madrid, donde la imagen de ventanas traspasadas por bolas de acero no han existido para quienes, desde la izquierda mediática, nos quieren hacer olvidar que los barros de hoy son la consecuencia de los polvos levantados por una política de pura incompetencia. En dos meses, la maquinaria de agitación y propaganda, el único activo que queda en pie del poder ejercido por el PSOE en las dos legislaturas anteriores, está alcanzando una temperatura sólo conocida en los meses previos a las generales del 2004. Y el Gobierno, ocupado como está en intentar poner orden en el caos heredado, apenas parece darse cuenta de cómo el sectarismo se afianza en la más absoluta impunidad.
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