Andalucía

Rajoy hace historia

Había razones para el cambio. Tantas como millones de parados, tantas como golpes se ha llevado nuestra economía, como jóvenes que no ven futuro, como pensionistas cuyo único ingreso hiberna en espera de tiempos mejores. Había razones y esas razones se convirtieron ayer en papeletas, en 10,8 millones de ciudadanos que optaron por el cambio, por dar otro rumbo a una España que vive al borde del abismo, sumándose con su voto a quien prometía eso, el cambio, nada más y nada menos, la gestión eficaz, sin aspavientos, para lo primordial: el empleo.

Rajoy, decidido a ser el presidente de todos
Rajoy, decidido a ser el presidente de todoslarazon

 Mariano Rajoy es ya el presidente encargado de gestionar la más difícil crisis a la que se ha tenido que enfrentar nuestro país, el «presidente de todos», dijo. Lo es consciente de que la tarea es gigantesca pero también que cuenta con un respaldo histórico, mayor que el de Aznar en el año 2000. Sus 186 diputados le permitirán afrontar con la garantía parlamentaria necesaria la ardua labor de recomponer España desde el acuerdo y la unidad que prometió en campaña. También lo hará rodeado «de los mejores», sin cuotas de favor a éste o aquel barón, ni peajes a los nacionalismos. Ha hecho su campaña, la de la solución de los problemas de los españoles. Ha incidido en aquellos territorios que tanto se le han resistido en otras elecciones, ha volcado sus esfuerzos en Andalucía y Cataluña, y éstas han respondido para apuntalar una mayoría absoluta construida autonomía por autonomía, dejando un mapa teñido de azul.

Rajoy sabe que no cuenta con los cien días de gracia que siempre ha tenido un presidente del Gobierno. Hoy tendrá su primer examen, el de los mercados, las bolsas. ¿Reaccionarán al mensaje que ha lanzado España? ¿Darán un respiro a la asfixiada economía nacional? Hagan lo que hagan, Rajoy comienza hoy a trabajar, sin un minuto que perder. No quiere ni fiesta. Sabe del momento que vive nuestro país y de lo mucho que tendrá que hacer en lo económico, en la desaparición definitiva de ETA, en la recuperación del peso de España en la comunidad internacional. Reunirá a su equipo para analizar el resultado y para poner en marcha tan pronto como sea posible la transición hasta que el día 21 de diciembre tome posesión de su nuevo cargo.

Hoy comienza así a trabajar el cambio. Ayer, la carrera electoral acabó como empezó, con el hombre tranquilo a años luz del candidato que buscaba pelea, que se lanzó como un kamikaze durante la campaña no para ganar, sabedor de que la tarea era imposible, sino de hacer el mayor daño posible al rival, de mitigar una victoria cantada, aplastante, aún cuando en ese vuelo en picado corría el riesgo de fallar y estrellarse contra el suelo. Así fue. Rubalcaba no consiguió remover las entrañas de los desencantados e indecisos con la cantinela de «que viene la derecha», con el supuesto programa oculto, con sus vaticinios de pesadilla social si Rajoy ganaba. Su partido se quedó, con 110 diputados, en el peor resultado de su historia, perdiendo 59 representantes y 4,3 millones de votos y él, a las puertas del adiós a su vida política.

El candidato socialista llegaba lastrado por un legado del que toda España le corresponsabiliza, mermado por las ruedas de molino con las que supuestamente le hizo comulgar Zapatero, el mismo que le otorgó el báculo para guiar a un PSOE en ruinas desde las elecciones de mayo y en el que hoy se abre el proceso de la catarsis total. El aún secretario general y presidente del Gobierno en funciones deberá controlar las indómitas ansias de los barones por hacerse con el control del partido, de evitar que la transición de la tercera a la «cuarta vía» se convierta en una guerra fratricida que destroce lo que él construyó.

Y mientras el PSOE digiere el resultado y dirime su futuro, sus elegidos se sentarán en un Congreso de los Diputados en el que se dibujan tantos rostros alegres como tristes. En el primer grupo los 186 diputados populares, por supuesto. Pero también los 16 de CiU, una formación beneficiada por el descalabro del PSC de Chacón, irónicamente la única en el PSOE que ve con cierto optimismo su futuro. Los nacionalistas catalanes son la tercera fuerza, por delante de quien hoy recupera en parte el esplendor de antaño, Izquierda Unida, que ha pescado con éxito en el caladero del desencanto socialista, lo suficiente como para plantarse en la Cámara Baja con grupo propio y 11 representantes.

En ese grupo de las sonrisas estará también quien tantos llantos ha provocado: Amaiur. La coalición abertzale, instalada ya por la gracia del Tribunal Constitucional en ayuntamientos y diputaciones vascas y navarras bajo la denominación de Bildu, sentará en la Carrera de San Jerónimo a 7 diputados, formados en grupo propio y con un único interés, aquel por el que ETA lleva tantos años matando: la independencia del País Vasco. La banda terrorista ha contribuido a su ascenso con su anuncio de cese definitivo de la violencia. También una ciudadanía vasca que acudió a las urnas como en ninguna otra región de España, bajando en casi 6 puntos la abstención registrada en 2008. El PNV, sobre el que pesaban los peores augurios salvó los muebles, perdió sólo un diputado y mantuvo el grupo propio en el Congreso (5 diputados). Los mismos tendrá Rosa Díez, que rozó durante buena parte la tragedia de quedarse en el grupo mixto, donde estará el partido de Álvarez Cascos (1), Compromís (1), BNG (2), Coalición Canaria (2), Esquerra (3) y Gbai (1), la antigua Nafarroa Bai.

El resultado de Amaiur, además de introducir el radicalismo de un mensaje olvidado hace años en la Cámara Baja, abre la espita de un cambio en el calendario electoral del País Vasco. A partir de hoy, Amaiur exhibirá su fuerza frente al batacazo de Patxi López para exigir un adelanto electoral de los comicios autonómicos. Estos podrían así coincidir el año que viene con las andaluzas, la estocada pendiente del PP al PSOE, el triplete histórico que podría completarse con la conquista del más tradicional de los feudos socialistas, que ayer respaldó sin ambages el cambio (33 diputados para el PP, 25 para el PSOE).

España ha hablado con rotundidad. Ha entregado sus esperanzas masivamente a Mariano Rajoy, le ha dado su confianza ante el momento crucial que vive nuestro país. Hoy comienza el cambio, otra forma de gobernar, otra España. Se despertará con los mismos problemas con los que se acostó el viernes, pero se habrá ido a la cama con otro espíritu, con un aire distinto de ilusión en un futuro posible. España se habrá acostado con el cambio. Ahora ese cambio tendrá que cumplir los sueños que soñaron los millones de españoles al meter su papeleta en la urna y confiaron en que ese gesto haría que España, hoy lunes, fuera distinta.