Cataluña

Un Estado independiente sin dinero para costear su servicio exterior

No es una marca conocida como Escocia

La Razón
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Madrid- Siguiendo la estela de la quimera soberanista en la que se ha embarcado el presidente de la Generalitat, Artur Mas, para hacer frente a estas elecciones autonómicas, uno de los interrogantes al que no dan respuesta en medios nacionalistas es al del impacto inmediato que la independencia tendría en la acción exterior de una Cataluña segregada de España. Sin duda que la prestación de servicios en su territorio, el coste de las transferencias de competencias y la creación de una estructura gubernamental sería proporcionalmente menor al existir ya instituciones y estructuras que prestan los servicios. Pero la acción exterior sería una creación «ex novo», con lo que ello implica de aporte de recursos para una región que está fuera de los mercados y que necesita de la asistencia financiera del Estado central para hacer frente a sus pagos a proveedores y a sus vencimientos de deuda. Con carácter urgente la Generalitat debería crear y dotar embajadas y consulados en varias docenas de países (UE, Commonwealth, Asia…) y organismos internacionales. Tendría que cubrir todo el servicio de Representación Permanente ante la UE y los recursos necesarios para tejer alianzas con otros Estados miembros para defender sus intereses. Esto supondría un importante esfuerzo de inversión de capital, selección de personal, formación y costes corrientes. Cataluña no cuenta ni siquiera con la ventaja de ser una marca tan conocida como Escocia, aunque ni eso es suficiente para cerrar acuerdos. Sobre esta cuestión ya hay, por cierto, doctrina sentada en relación al caso escocés, entre otros, por el profesor Rose, director del Centro de Estudios Públicos de la Universidad de Strathclyde, de Glasgow. En relación a Cataluña, es verdad que la Generalitat ha preservado sus «embajadas» de los recortes que se han derivado de su quiebra financiera, colocándolas incluso por encima de la prestación de servicios sociales, pero su número y su «calidad» es claramente insuficiente para atender las necesidades de un Estado propio. También es cierto que la independencia de Cataluña afectaría al peso internacional de España y obligaría a un reajuste de su papel en la UE, la ONU y la OTAN. Disminuirían sus recursos materiales para la política exterior, de seguridad y de defensa; su peso y su influencia en el mundo se verían afectados negativamente, y es posible que incluso recibiera presiones para renegociar su representación en organizaciones internacionales y regionales.