Desahucio
Un desahogo otra indignación por Alfredo Menéndez
Es complejo acercarse al fenomeno de las ocupaciones –con o sin k– sin espíritu crítico.Y no tiene nada que ver con la edad, porque ni los padres o abuelos están programados para que una ocupación les parezca mal, ni los jóvenes tienen por qué verlo con simpatía por el simple hecho de que sean correligionarios de DNI los que campen a sus anchas por las casas vacías. Básicamente esto tiene que ver con la propiedad, y la propiedad no entiende de edades. Es bien sencillo de explicar: si algo tiene propietario, lo tiene. Y no se puede conculcar ese derecho blandiendo supuestas banderas que pueden quedar muy bonitas en una carpeta, pero que luego tienen que pasar por el torno de la legalidad. Y la legalidad no tiene el corazón tan blando como algunos responsables políticos que están de retirada. La ley puede ser ciega, y a veces hasta lenta según quién la aplique, pero no es tonta.
Me debo estar haciendo mayor porque a mí los que «okupan» me parecen unos caraduras que se creen los reyes del mambo porque nadie les tose. Se saben la ley al dedillo, y de tan bien que se la saben, deberían estudiar Derecho. Al margen de darle una alegría a sus padres acabando una carrera, serían mucho más productivos para todos, ya que tanta energía mal encaminada no puede llevar a nada bueno. Convierten cualquier «okupación» en una excusa para descubrirnos lo tramposo de su lenguaje: ellos no «okupan», «liberan». La ley no se cumple, «se desaloja». Puestos a innovar optemos por que no haya antidisturbios, a partir de ahora serán «repartidores de normalidad». Siempre ha habido desalojos –desahogos– y siempre habrá nuevas ocupaciones. Parece que estamos condenados a esto por lo estupendos que nos ponemos todos al enfrentarnos a este problema.
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