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El peso de Afganistán
Afganistán sólo fue bien cuando un puñado de tropas equipadas con mulos y conectadas a superbombarderos que en veinte minutos fulminaban cualquier objetivo cuyas coordenadas se le proporcionase desde tierra, derrotaron a los talibán en cinco semanas. El país pareció estabilizarse pero en los últimos años ha vuelto a estar dominado por la insurgencia y las contrainsurgencia. Obama se hizo cargo a contrapelo.
Como toda la izquierda americana, la había canonizado como la buena guerra frente a la mala de Bush en Iraq. Aumentó el drásticamente el número de efectivos, en regateo continuo con los militares en magnitud, duración y en una estrategia que proporcionase la salida más vendible por debajo de la victoria. Se trataría de transferir la responsabilidad a las fuerzas locales en formación, dejando una presencia reducida. Ya sabemos como eso ha funcionado en Iraq. Para las autoridades unos pocos son una carga más pesada que útil. Los compromete sin ayudarles.
También sabemos que formar un ejército de la nada, en países irremisiblemente fracturados, es tarea hercúlea y prolongada, con muchas marchas atrás. El número de alistados que no volvieron a aparecer por su unidad, a lo largo de casi una década no se puede considerar fuera de lo normal. Más importante es que el número de solicitudes de ingreso es superior a los cupos previstos.
¿Quiere eso decir que las cosas van bien? En absoluto. Pero tampoco irremisiblemente mal. Ha habido un cierto retroceso sobre los progresos registrados hace más de año y medio. El comienzo de la retirada de tropas el pasado verano, cumpliendo los compromisos de Obama, aunque modestos, han tenido consecuencias negativas. Pronto, con el deshielo, volverá la temporada bélica. El mayor activo es que la mayoría de la población odia a los talibán tanto como los teme y desearía el éxito americano, pero no se fían y tienen que pensar en el futuro.
No nos dejemos engañar por las manifestaciones en torno a la quema de Koranes. Muy ruidosas pero minoritarias. En el gobierno ese juego es abiertamente cínico y viene agravado por la enorme corrupción. Con esos bueyes hay que arar.
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