Zaragoza

A la señora Reding por Alfonso Ussía

La Razón
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Mi estimada señora Reding, vicepresidenta de la Comisión Europea y comisaria de Justicia, Derechos fundamentales y Ciudadanía: He leído que cuatro políticos españoles, tres catalanes y un gallego, le han escrito reclamando su protección por amenazas militares contra Cataluña. Me sumo a la reclamación de Raül Romeva, la socialista Maria Badia, y el convergente Ramón Tremosa, el mismo que denunció ante la Comunidad Europea el pisotón de Pepe a Messi en un Real Madrid-FC Barcelona. La cuarta, Ana Miranda, es una gallega del BNG que está celebrando en estos momentos el éxito de su partido en las elecciones de Galicia.

Mi estimada señora Reding. Vivimos en España de milagro. Los militares nos atacan por todos los flancos. Esta mañana, cuando desayunaba en la cafetería que visito todos los días, ha irrumpido un sargento de uniforme y un niño se ha puesto a llorar. Ayer, mientras paseaba por la calle de Alcalá, y a la altura del Palacio de Buenavista, que alberga la sede de la Jefatura de Estado Mayor del Ejército de Tierra, advertí entre los árboles otoñados de su gran jardín, a un teniente con el semblante muy serio. Y eso, señora Reding, no se puede tolerar. Cuando he leído que cuatro aviones del Ejército del Aire han sobrevolado de nuevo la comarca del Ripollés, he sentido deseos de acudir a la embajada más próxima con el fin de solicitar asilo político. No obstante, mis contactos en las Fuerzas Armadas me han tranquilizado. Esos aviones realizan prácticas de vuelo sobre el Mediterráneo, y su base se ubica en la provincia de Zaragoza.
Zaragoza, y ello habrían de saberlo los señores Romeva, Badia, Tremosa y Miranda, no tiene costa. Para alcanzarla es menester sobrevolar Cataluña, y aquí se ha armado el lío. Volaban a regular altura y los habitantes de la comarca se han llevado un susto de los gordos. Pero las explicaciones no me han satisfecho del todo. Y cuando, después de ser testigo del semblante serio del teniente del Ejército, he dirigido mis pasos al Cuartel General de la Armada, he presenciando un hecho insólito. Un amable ciudadano de a pie ha intentado aparcar ante la puerta del Museo Naval, ¡y un guardia uniformado de Infante de Marina se lo ha prohibido! Indignante, estimada señora Reding.

Los culpables de esta situación de amenaza son un político y dos coroneles retirados. El político es una persona de bien, educada y culta, y más catalán que la sardana. No le explico, señora, en qué consiste la sardana para que no se duerma al leer mi escrito. Y los coroneles retirados tienen en España, como escribe García Abadillo, la misma influencia aquí que en el Pentágono, lo cual disminuye en gran medida el peligro de la amenaza.

De vuelta a mi casa, nuevamente un episodio de alta tensión. En un concesionario de automóviles, un capitán de la Legión discutía con su mujer por un coche. –No tenemos dinero para comprarlo–, le dijo él a ella de manera brusca. Y ella, cariacontecida, le respondió: –Lo comprendo perfectamente–. Ese machismo militar es absolutamente intolerable en la Europa de hoy. Todavía tiemblo, señora Reding, recordando el desagradable desenlace de la referida contingencia.

Cataluña es España, como las Vascongadas y como Galicia, pero eso no reduce el derecho que tenemos para que no nos asusten. Los episodios del sargento desayunando, del teniente malhumorado, del Infante de Marina obligando a un pacífico ciudadano a retirar su coche y del legionario advirtiendo a su mujer que, de acuerdo con su sueldo, no podía comprarle ese SEAT de gama baja, me han producido hondo quebranto. Nos van a invadir, señora, y usted y yo, con estos pelos.