San José
«Kamikazes» de la mina
La mina Bella Vista recibe el nombre por el hermoso entorno en el que se ubica, en mitad del desierto de Atacama, que por estas fechas se encuentra repleto de flores rojas, blancas, moradas y amarillas.
A la entrada nos recibe Sergio Ghiglino, descendiente de italianos que hace dos años compró la explotación. El gerente nos enseña el yacimiento, anteriormente en poder de la empresa San Esteban, propietarios de la mina San José, donde continúan atrapados los 33 mineros.
En el interior de sus túneles, alumbrados tan sólo por la luz de los cascos y una pequeña linterna, Ghiglino nos muestra las irregularidades que los anteriores dueños cometieron.
«Como ha ocurrido en San José, aquí sobrexplotaron para extraer todo el oro y el cobre posible. Rasparon las paredes y los techos, dejando los cimientos muy frágiles», aclara mientras nos muestra la diferencia que existe con sus actuales perforaciones. «Además, la chimenea de escape estaba taponada».
Un dato importante: la minera San Esteban le debe «plata» a Ghiglino. Tras visitar varios túneles es obvio que los anteriores propietarios no hicieron bien las cosas. Sin embargo, es justo denunciar que en la actualidad, la mina Bella Vista tampoco dispone de chimenea de escape ni refugio. Es otras palabras, si hubiera un derrumbe probablemente los mineros morirían.
Desde que ocurrió el accidente en San José, 18 minas han sido cerradas en Chile. Se calcula que el 70% de las explotaciones pequeñas no cumplen con los requisitos de seguridad exigidos. El «pirquinero» es en las serranías del desierto como un chatarrero en las ciudades.
Se apropian de minas abandonadas, se asocian entre tres o cuatro y establecen faenas paupérrimas. Los «pirquineros», verdaderos «kamikazes» de las minas chilenas, se adentran en las profundidades provistos con apenas un martillo y un casco.
Avelino Gómez pronto cumplirá 58 años, toda una vida dedicado a la pequeña minería, esa de pico, pala y mano pelada. El paso del tiempo hizo que sus brazos perdieran algo de fuerza, sin embargo entre angostos y agrietados túneles, se mueve ligero. La orientación subterránea la lleva en las venas. Desde el año 84 explota una mina abandonada de oro. No saca más de 600 euros cuando la faena es buena, la mayoría de los meses no llega ni a la mitad. «Cuando uno tiene una edad no le quedan más salidas, ninguna empresa te quiere contratar, tampoco las grandes mineras», afirma.
✕
Accede a tu cuenta para comentar