Europa

Barcelona

Un Nobel bajo sospecha ideológica

Ees una frase repetida; una frase con pero. «Es un premio merecido, aunque sus ideas políticas...». Se ha escuchado estos días. Se ha enunciado, de una manera u otra, en diferentes variantes a partir de este molde. Pertenece a una minoría. Contra el grito unánime de «al fin» que publicó la Prensa europea al conocer la concesión del Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa, unos pocos han querido sacar las convicciones políticas del escritor para emborronarle un galardón merecido

Los periódico se volcaron para informar del Nobel a Mario Vargas Llosa
Los periódico se volcaron para informar del Nobel a Mario Vargas Llosalarazon

Hay otros autores con las posiciones ideológicas muy definidas sin embargo, el autor de «La fiesta del chivo» es el que más suspicacias desencadena. «La mayoría de los intelectuales, sobre todo en Hispanoamérica, pertenecen a algún tipo de izquierda militante –explica el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince–.

Como Vargas Llosa es un liberal que incluye entre las libertades individuales fundamentales la libertad económica, de empresas, la no-vergüenza por enriquecerse, su ideología choca con la visión latinoamericanista corriente. Como no es admirador del Che Guevara, como critica a Chávez y defiende la libre empresa, se sale del esquema mental de muchos intelectuales, que matizan y precisan su aceptación literaria pero no ideológica del personaje».

Dos circunstancias

El novelista Antonio Muñoz Molina aporta el nombre de otros literatos a los que se ha mirado a través de este prisma: «No creo que sea un caso excepcional en escritores que tienen una dimensión tan abiertamente política en su trabajo. Pasó con Saramago, con Günther Grass, con V.S. Naipaul». Después aclara: «En Vargas Llosa se reúnen dos circunstancias que casi nunca van juntas: es un novelista de dotes excepcionales y es un ciudadano de posiciones políticas muy claras, muy sinceras, muy bien argumentadas. Quien admira sus novelas no tiene por qué estar de acuerdo con sus ideas políticas o económicas, o con todas ellas. Y quienes se sienten políticamente cercanos a él pueden no encontrarse a gusto con la visión del mundo que hay muchas veces en sus novelas».

El crítico literario Jordi Gracia comenta la discusión que desencadena la ideología del Nobel: «Él ha tenido una dimensión política explícita, combativa y muy valiente. No sólo es un novelista, es un intelectual de primer orden que no se esconde de las discrepancias». Y añade: «Si le critica alguien, es esa izquierda poco civilizada que tiene que excusarse en la ideología en vez de la literatura. Sus novelas no son sectoriales, ni miopes ni tendenciosas».

En su argumentación, Gracia subraya: «A quien realmente debería irritar es a la peor derecha. Ojalá toda la derecha tuviera la ductibilidad, tolerancia y adecuación a la sociedad moderna de él. Entonces, Vargas Llosa no nos resultaría tan atípico». Joaquín Marco, coautor junto a Jordi Gracia del libro «La llegada de los bárbaros» –que recoge cómo se aceptó el «boom»–, aporta una clave para comprender dónde comenzó todo. Recuerda sus años de Barcelona.

«Aún estaba vinculado a la izquierda. Pero tuvo un cambio político radical y progresivo con el régimen de Castro por el caso Padilla, que fraccionó a la clase intelectual en Latinoamérica y en Europa. Ese cambio originó un recelo hacia sus ideas políticas». En una ocasión Vargas Llosa expresó su sentimiento antinacionalista en España. Una posición que algunos aún le tienen en cuenta y que también puede estar en la base de que algunos sectores hayan sido críticos con este premio.

Posiciones excluyentes

El escritor Félix de Azúa recuerda que «Vargas Llosa es un liberal a la manera anglosajona, es decir, partidario de que cada cual asuma su responsabilidad sin agarrarse a los mecanismos estatales de sobreprotección. Esto es lo más odiado por la tradición totalitaria española, una tradición que se ha reciclado en el nacionalismo excluyente de tipo vasco o catalán y en los grupos totalitarios madrileños. Lo que predica el escritor es que cada uno asuma libremente sus acciones en lugar de acogerse a protecciones colectivistas, nacionalistas y gremiales.

Los derechos son del individuo, nunca de la colectividad. Esta posición es recibida con resentimiento por parte de los colectivistas. Eso se antepone a la labor literaria de Vargas Llosa».

Marco, que recuerda que con anterioridad recibieron el Nobel «Octavio Paz, que representaba el liberalismo, y García Márquez, que era la izquierda», destaca la valentía del autor de «La casa verde»: «Siempre ha sentido una gran preocupación por apoyar a su país. Se ha metido en política y la ha ejercido. Eso es un acto de valor y de sacrifico. No le asustó sacrificar, en parte, su literatura por estos motivos». Un aspecto que hay que reconocer. «Se presentó a las elecciones peruanas –prosigue Marco– cuando tenía todo que perder y nada por ganar. Le ganó Fujimori, que ahora está en la cárcel». Respecto a si cada vez se juzga más a los escritores por sus convicciones que por su talento, Muñoz Molina aporta sensatez: «En España hay un sectarismo político extremo en ambas direcciones. Eso hace que sean imposibles los verdaderos debates, los más necesarios, y que mucha gente juzgue el mundo a través de una ranura muy estrecha. Por suerte también hay un número de gente muy grande que lee y razona al margen de ese circo tan triste de la política, y que en absoluto se ve reflejada en las posiciones extremas. Estoy convencido de que entre esa gente, que puede ser más o menos progresista, más o menos conservadora, se encuentra la mayor parte de los lectores. La literatura es lo contrario de la simplificación política. La literatura trata de seres humanos y de matices, y no de simplezas».


Un oficio difícil
Algunos medios de comunicación han reprochado a la Academia Sueca que le hubiera concedido el Nobel a Vargas Llosa, como se puede observar en la imagen de arriba. No es el único escritor al que le ha sucedido. Héctor Abad Faciolince explica por qué sucede esto y si es una tendencia cada vez más habitual en la actualidad: «Es un lamentable malentendido que viene de los tiempos en que los escritores eran Maestros de Pensamiento. Ojalá fueran mirados con menos pasión, como químicos o físicos expertos en un oficio humilde: contar bien las historias y combinar bien los ingredientes de sonido y sentido que son las palabras.

Lo que pasa es que a los escritores viven pidiendo opiniones sobre todo lo divino y lo humano, y eso nos vuelve fácil blanco para ser usados a favor o en contra de cualquier ideología. Lo cierto es que sabemos tanto de administrar países y proponer políticas como de veterinaria o dermatología».