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Feliz Nochebuena por María José Navarro

Mario Vaquerizo será el anfitrión en la Nochebuena de la MTV
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He llamado a mi madre para decirle lo que quiero cenar esta noche: albóndigas, o almóndigas, que es como se ha dicho de toda la vida en las casas decentes. Y un poco de piña, porque ya se sabe que las madres españolas han comprado una piña. Para qué: no sabemos, pero lo que sabemos es que hay una piña como hay un Dios.

 En casa de mi madre, y antes de mi abuela, jamás se come marisco por considerarlo de horteras. La señora Emilia creía que aquello se reducía a la gamba salada y chiquituja y no consentía nunca explorar otros territorios del crustáceo ni de los moluscos así la mataran, de tal forma que tiraba una caja de langostino cocido desde la cocina y ahí te las arreglaras tú hasta que llegaba lo bueno. Lo bueno, para la señora Emilia, mi abuela, era el cabrito. Ni el lomo, ni el jamón ni la sopa de pescado, no, la estrella era el cabrito. Concretamente, las chuletas de cabrito pelín rebozadas y con un toque de bechamel. Una delicia si no fuera porque había chuletas para alimentar a todo Gambia y a una parte del Sudán. Del cabrito, con perdón, se pasaba al anís, y si alguien ya quería morirse allí mismo, se sacaba una bandeja de nevaditos desmigados para comer con los dedos, con lo que nos quedaba la cena tan delicada como la lija. Por supuesto ni una vela, ni un espumillón, ni siquiera un mantel de papel con fondo verde y con bolas rojas; ni hablar, que allí se sacaba el hule con dibujos de pimientos y no había más que añadir.

A mi santa madre y a mí nos ha quedado ese socarrat de pobres y ahora disfrutamos mucho de cenar poco y distinto. Se trata, en realidad, de estar una noche las dos solas, de tener una noche para las dos, una noche que se disfruta porque ya nunca sucede. Se empieza a las ocho, de estricto camisón y bata, y se llega al Rey ya sin ganas de verle. Mi madre le pega al Gaitero y a la torta imperial, y servidora se atiza el vino de aguja, con lo que se termina poniendo Al Jazeera dormidas como dos ceporros.

Este año, afortunadamente, podemos ver la MTV. El Mensaje de S.M. lo da Mario Vaquerizo. Se lo he dicho a mi madre y está entusiasmada. «Dónde han quedado las familias tradicionales, mamá», le he preguntado. Y me ha colgao. Tenía bingo.