Valencia
Los comandos
Ramón Luis Valcárcel, Presidente de Murcia, arrasa en las elecciones. Las expectativas de la cita electoral que se avecina, son más contundentes. Puede superar el 60% de los votos de los murcianos. Ese es el problema.
El socialismo en España ha dado marcha atrás en su integridad democrática. «La esencia de la democracia es aceptar las derrotas». Lo dijo Felipe González. Eran otros socialistas. Con todos sus desastres agónicos, el PSOE de González fue competente y moderno. El de Zapatero es un socialismo necio y antiguo, rabioso por el seguro desastre electoral que se le viene encima. Y la izquierda revanchista no acepta los resultados electorales si le son adversos. Zapatero es un Largo Caballero en tontorrón, una antigüedad ideológica. Quitando a Rubalcaba y a Ramón Jáuregui, su Gobierno es de risa. No lo habría empeorado ni Homer Simpson.
Pero lo preocupante es la agresividad que ha contagiado a muchos. De ello también tiene la culpa lo que el gran columnista de «ABC», Ignacio Camacho –gracias, Ignacio–, denomina «la trituradora». Hay que triturar la honra y la tranquilidad de los que no son partidarios de ellos. Difícil empresa, por cuanto ellos son bastantes, pero muchos más los que de ellos nada quieren saber. Y en Murcia, la diferencia es abismal.
Una ola de odio y de impotencia ha llegado a Murcia. Insultos y agresiones a su presidente, a su hija y algunos miembros de su Gobierno. A su consejero Pedro Alberto Cruz, una paliza brutal. La trituradora. Esta nueva izquierda del pasado siglo que ha reiventado Zapatero no quiere ser vencida ni por las urnas. Y los españoles, que antaño teníamos fama de valientes y arrojados, somos más bien corbardes. Se vio después del atentado islamista de 2004. Nueve millones de españoles resistieron. La periodista de Prisa Maruja Torres, que pertenece a la Trituradora, escribió que en España había nueve millones de hijos de puta. Lo que no se atrevió a escribir jamás de un terrorista de ETA se lo endosó a nueve millones de ciudadanos por votar al Partido Popular.
Pero los milagritos duran poco. Este Gobierno, el más mentiroso, incompetente y gamberro de nuestra Historia reciente, ha fracasado y asiste, con estupor, a su deterioro paulatino. Harán lo posible para que el batacazo no se produzca. Cuentan con la colaboración de los sindicatos, sus mejores clientes subvencionados. Y son maestros en la organización y convocatorias de actos intimidatorios. Madrid, Valencia, Galicia, La Rioja, y ahora Murcia. El ministro Rubalcaba ha prometido cumplir con su deber con quince días de retraso. Y el PSOE ha advertido al Partido Popular que no politice la agresión de su consejero. Se les vuela de las manos hasta la seguridad de los representantes de los españoles.
La sociedad ha retrocedido en tolerancia y respeto por la libre elección de los ciudadanos, eso que se llama democracia, aunque muchos no lo hayan entendido así. Mucho tendrán que hacer para variar el rumbo de las ilusiones. España no está harta de los socialistas, sino de estos socialistas, que todavía hay clases. Los que regaron desde el primer día de su mandato los campos olvidados del rencor. En Murcia han estallado. ¿La culpa? Los votos, las urnas, los instrumentos primarios de la libertad y la democracia.
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