Champions League
Fraternal petardo por María José NAVARRO
Dijo el otro día Cristiano Ronaldo que Dios nunca duerme y que sabe quién se merece marcar, y así las cosas se sienta una a ver el Portugal-Brasil casi en trance. Se sienta una a ver al elegido de Madeira y al apóstol de Brasilia y de pronto cae en la cuenta de que Kaká no puede jugar por la doble amarilla contra Costa de Marfil. Mecachis, ya sale la «canarinha» con ventaja. Tratando de alejarse de esa manía que tienen estos dos mendas de trascender, se abre servidora un tetra de gazpacho, le pone pepino, pimiento y mucho pan, y se conecta a Rojadirecta, por si fuera posible. Bueno, no me puedo quejar: sólo se engancha al final de todas y cada una de las jugadas y apenas lleva un retraso de quince segundos. O veinte. Cada vez más. Esto no va, caracoles. En la radio hacen chistes lamentables sobre la ausencia de Elano y tú te preguntas si alguna vez acabará este tono chusco de los programas deportivos y empezarán los participantes a no avergonzar a sus familias. Se calienta el partido y se atizan que es un primor. Siete tarjetas y poca chicha. Descanso y se me corta. Por quinta vez, quiero decir. Me hago un café porque me duermo y me ofrecen Viagra en vez del encuentro. Refresque, dice la página. Refresco y sale una maciza. Dos. «¿Who is hotter?», preguntan. Pues ni Brasil ni Portugal. Vaya plastazo. Bostezo y se me saltan dos lagrimones como dos «kiwis». Esto es un camelo importante, qué paripé más descarado. Infumable, me largo. A ver, Ramires, que no se ha enterao y dispara a puerta. La gente pita. ¿Y si me como un Magnum? ¡Venga aquí ese polo, qué caramba! Mira, acaba. Pues tenía razón Cristiano Ronaldo. Al final, Dios sabe perfectamente quién merece marcar.
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