Ciudad Real
En las antípodas de la bravura
Colmenar Viejo. Cuarta de la Feria de la Virgen de los Remedios. Se lidiaron toros de Ángel Luis Peña, bien presentados salvo el 5º, mansos y descastados en general, con la excepción del 6º, de buen fondo. Más de un cuarto de entrada. Víctor Puerto, de blanco y oro, pinchazo, bajonazo infame, descabello (silencio); bajonazo (palmas). Iván Vicente, de lila y oro, estocada desprendida (oreja); estocada casi entera perpendicular, aviso, tres descabellos (saludos). Juan Carlos Rey, que tomó la alternativa, de turquesa y oro, pinchazo hondo, dos descabellos (saludos); bajonazo infame (oreja).
Más recuperado que hace diez días en Ciudad Real de su fuerte cornada en Málaga, Víctor Puerto abrió terna ayer en Colmenar, donde otro dichoso percance se llevó al Yiyo. Ayer, 26 años se cumplían. Las secuelas aún frescas en el manchego. Su traje blanco y oro, así lo cantaba. Por debajo, dos vendajes uno en cada pierna tapaban las heridas de guerra. Inédito quedó en su primero. Manso de libro, que se atrincheró en la misma puerta de chiqueros tras varios ademanes de coger las de Villadiego. En el cuarto, más de lo mismo. Un bonito castaño gargantillo que, por intenciones, parecía una borrica. A cada muletazo respondía con una coz. Vaya bravura, ganadero. Puerto, de blanco y en blanco. Tan sólo un quite por chucuelinas en el segundo.
Iván Vicente cortó una oreja del tercero. Otro manso, sin un ápice de bravura, al que supo sacar petróleo. Dueño y señor se había hecho en los primeros tercios de la lidia el colorado, pero en el último las riendas las tomó el madrileño. Le dio todas las ventajas en sus terrenos, al abrigo de las tablas, lo persiguió hasta completar una vuelta completa al anillo y lo sometió en una faena con argumentos sobre el pitón derecho. Quietud y templanza para cuajar la clásica faena al manso. Una oreja rotunda, pese a que la tizona cayera algo desprendida.
Frente al protestado quinto, sin trapío, el de Soto del Real conectó de nuevo con el tendido con rapidez. Destacaron dos notables series al natural. Muy limpias. Templadas. Otra más en redondo y el epílogo por trincherazos arrimaron los trofeos, esfumados por los aceros.
El día soñado llegó para Juan Carlos Rey. Alternativa en casa, delante de sus paisanos. Lástima que el toro del doctorado no fuera un dechado de virtudes. Con poca fuerza, el animal se quedaba corto y, rebrincado, cabeceaba en la muleta. Sólo buena disposición del local, que saludó desde el tercio.
En el sexto, de buen fondo, Rey corrió la mano en redondo sin perder apenas pasos. Estéticos los cambios de mano de una faena siempre en los medios. Muy relajado, menos encorsetado que en su primero, el toricantano se gustó por ambos pitones. Un feo bajonazo sazonó de paisanaje una oreja justa de haber enterrado bien el estoque a «Pensamiento», que saltó para salvar la tarde a su criador. Si ya lo decía una pancarta: «Lo mismo me da, que me da lo mismo». Todos mansos. Menos mal que apareció «Pensamiento».
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