Pactos electorales

La margarita de ZP

La Razón
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Buena parte de esta legislatura ha transcurrido en medio de especulaciones sobre la dimisión de ZP y el adelanto de elecciones. Personalmente, nunca he creído en ninguna de las dos posibilidades y así lo he expresado en repetidas ocasiones. Mantener ese punto de vista no ha resultado fácil. A decir verdad, me he encontrado con las reacciones más diversas. Una ha sido contemplar el cabreo soberano que se apoderaba de más de uno de los que me escuchaban incapaz de soportar que alguien creyera en la posibilidad de que ZP se quedara una hora más en La Moncloa. Otra ha sido la de tener que escuchar las más diversas teorías relativas acerca de por qué ZP se acabaría yendo de una vez tras deshojar la margarita de su sucesión. Una de las últimas elaboraciones mentales que he oído tiene su aquel. Según esta nueva explicación, ZP no tiene más remedio que marcharse porque una de sus hijas góticas une a esa condición la de estar enamorada de un okupa. Ambos se dedicarían a entrar en propiedades ajenas si bien Sonsoles, la esposa de ZP, habría logrado que la Guardia Civil trajera de regreso a La Moncloa a la díscola otaku. El argumento concluiría afirmando que, para sobrellevar la paz doméstica, ZP estaría dispuesto a retirarse. Ignoro de dónde ha podido partir esta historia, pero yo personalmente no me la creo. De entrada, arranca de un punto de partida más que endeble. Si, efectivamente, el problema está en que la rebelde otaku abandone las okupaciones y regrese a casa, ¿alguien cree que sin el marido en La Moncloa Sonsoles conseguiría que la Benemérita fuera igual de diligente en llevar pequeñuelas al redil? No lo creo yo. Pero además hay otro factor nada desdeñable y es que la salida de ZP implicaría una derrota segura del PSOE, mientras que su permanencia le ofrece una posibilidad, aunque mínima, de ganar las elecciones de 2012. Con un estado de alarma que impide convocar elecciones y unas municipales y autonómicas a la vuelta de la esquina, el PSOE no tendría casi tiempo para buscar un sustituto a ZP y que éste no se estrellara clamorosamente en marzo de 2012. Sin embargo, ZP podría aguantar la legislatura apoyándose en una CiU empeñada en llegar a la independencia a medio plazo. No sólo eso. Si en el primer trimestre de 2011 sufrimos una suspensión de pagos, es posible que un año después muchos no lo recuerden. Finalmente, el desastre en las municipales y autonómicas podría ser aprovechado para movilizar al electorado de izquierdas que se ha ido descolgando en los dos últimos años y que es, a fin de cuentas, el que da ventaja en las encuestas al PP de Rajoy. Con una derecha incapaz hasta el momento de ganar nuevos votos, con una izquierda enloquecida al grito de «los fascistas llegan a La Moncloa. ¡No pasarán!» y con un Mas encaminado hacia la independencia, ZP podría gobernar un tercer mandato. De modo que aquellos que desean, de manera más que comprensible, el final político de ZP deberían dedicar menos tiempo a pensar en razones por las que se irá y más a analizar aquellas por las que podría quedarse. ZP no ha deshojado nunca la margarita de su sucesión. Si acaso, se ha dedicado a dejar España como un erial.