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La Razón
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«Dime cuánto tienes y te diré cuánto puedes endeudarte», reza la máxima del mundo económico actual. Pero los ciudadanos de a pie estamos hechos un lío. O confundidos, en expresión del televisivo Dinio. Resulta que, en vez de dueños de la soberanía monetaria, somos euroesclavos de la deuda de España, S.A. Y quieras o no quieras, hay que pagarla entre todos. Por ejemplo, de cada 100 que el Gobierno emite de deuda, los ciudadanos hemos de pagar a los banqueros prestamistas vía impuestos esos 100€ más 2 de intereses. Y ¿qué pasa si España, S.A. devuelve 98€ y no los 102? Sólo puede pedir un nuevo préstamo y afrontar los intereses del préstamo viejo y del nuevo. Y así la deuda pública va agrandándose como una bola de nieve que nunca se derrite y se hace eterna. Pues bien, a los ciudadanos no nos suena a nada la ratio de endeudamiento. Incluso este latinismo, que la RAE recomienda usarlo en femenino, los economistas para mayor confusión lo conciertan en masculino: «el ratio financiero». Y se anuncia que la ratio de endeudamiento prevista para 2010 será menor que la de los principales países de la UE, en torno al 55% del PIB. Quizás sea cierto, pero se oculta que nuestra solvencia es inferior a la de ellos, porque, en vez de producir riqueza, producimos más pobreza. Algo imperdonable. Según el viceprimer ministro Nick Clegg, no es nada progresista condenarse uno mismo y a los propios hijos a décadas de deuda y a pagar tasas desorbitadas de interés, porque trae menos puestos de trabajo. Urge, por el contrario, poner límite a la deuda para proteger a los más débiles, porque la situación creada es de todo punto inmoral. Por no tener, los euroesclavos no tenemos ni la posibilidad de endeudarnos.