Estados Unidos
El control agresivo de la hipertensión y el colesterol perjudica a algunos diabéticos
Realizar un control agresivo de factores de riesgo cardíaco, como la hipertensión o el colesterol, podría no beneficiar, incluso perjudicar, a algunos pacientes con diabetes. Así lo sugiere un estudio realizado a partir de un modelo matemático, publicado esta semana en «Archives of Internal Medicine», de JAMA. Casi todas las guías para pacientes con diabetes sugieren que los tratamientos agresivos contra el denominado colesterol malo y la hipertensión bajan el riesgo de desarrollar una enfermedad cardíaca. Sin embargo, según los autores de esta investigación, «estas recomendaciones, basadas en los resultados medios de ensayos que evaluaban los beneficios relativos del control intensivo de los factores de riesgo, no están adaptadas al riesgo subyacente individual de sufrir una enfermedad cardiovascular». «Mientras que esta (estratificación del riesgo) aproximación es a menudo defendida en pacientes sin diabetes mellitus, hay una asunción implícita de que todos los pacientes con diabetes mellitus presentan todos un alto riesgo, por lo que es necesario que todos estos pacientes sean tratados de forma agresiva», indicaron.
El equipo de Justin W. Timbie, de la RAND Corporation, en Arlington (Estados Unidos) diseñaron un modelo matemático para evaluar si los tratamientos agresivos beneficiaban de la misma forma a todos los pacientes con diabetes. Comenzaron analizando los datos de pacientes entre los 30 y los 75 años de edad, participantes de la «National Health and Nutrition Examination Survey», que muestra estimaciones representativas para cerca de 8 millones de individuos con diabetes en los 90. En ese momento, los tratamientos agresivos contra el colesterol y la hipertensión eran poco frecuentes. Tras excluir a los participantes con bajos niveles de LDL y presión baja, la media de LDL-C fue de 151 miligramos por decilitro y la presión sanguínea media de 144/79 milímetros de mercurio.
Entonces, los investigadores simularon qué podría suceder si estos pacientes experimentaran un tratamiento creciente en intensidad hasta que sus niveles de LDL-C bajaran hasta los 100 miligramos por decilitro y su presión sanguínea a 130/80 milímetros de mercurio.
Con estos objetivos de tratamiento los beneficios se tradujeron en 1,5 años de vida y buena salud para los niveles de colesterol malo y 1,35 para la presión sanguínea. Estos beneficios se redujeron a 1,42 años de vida saludables para el LDL-C y de 1,16 para la presión sanguínea, tras considerar los daños que podría también generar este tratamiento, que incluye dolor muscular por tomar estatinas y los problemas de seguridad que puede dar estar polimedicado. «La mayoría de los beneficios globales estaban limitados a los escasos primeros pasos de intensificación de la medicación o al duro control para un grupo limitado de pacientes de muy alto riesgo», indicaron estos autores. Tres de cada cuatro pacientes de riesgo medio consiguieron, sin embargo, muy pocos beneficios. «Teniendo en cuenta los daños que pueden generar estos tratamientos, identificamos numerosos ejemplos en los que intensificar el tratamiento podría estar contraindicado en las consideraciones básicas de riesgo-beneficio, y muchos más ejemplos en los que los esperados beneficios eran tan reducidos que la toma de decisiones compartida entre médico y paciente podría presentarse como la intervención médica más apropiada».
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