Iglesia Católica
Llamada renuncia seguimiento
Hoy debo hablar de radicalidad, de entrega sin reservas… del seguimiento total a Jesucristo. Seguir a Jesús es mucho más que la euforia del momento; es una exigencia de cada día que no admite rebajas. Y es para todos, no para unos -curas y monjas- como muchos piensan. En la vida cristiana existe una triple exigencia: dejar todo por el Señor, como Eliseo, que se desprende de todos sus bienes -»cogió la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio; hizo fuego con los aperos, asó la carne y ofreció de comer… se levantó, marchó tras Elías y se puso a su servicio»-; caminar según el Espíritu, como indica Pablo -»para no vivir más en la esclavitud»-; y no mirar atrás una vez emprendido el camino -»déjame primero ir a enterrar a mi padre», «te seguiré Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia»- porque «el que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el Reino de Dios».No se puede seguir a Jesús y su Evangelio con ingenuos forofismos del estilo: «Yo te seguiré a donde quiera que vayas», «Estando yo aquí a ti nadie te toca un pelo», «Antes morir que pecar», etc. Pero, amigo mío… ¿quién eres tú para hacer alardes?, ¿tan poco te conoces?, ¿dónde vas tú si el Señor no te llama y el Espíritu no te sostiene? No te equivoques, no vayas enfundado en tu buena voluntad porque tropezarás con la cruda realidad: «la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne... no hacéis lo que quisierais». Seguir a Jesús, vivir según su palabra, es un noble deseo de todo hombre. Pero Jesús, que no engaña a nadie, expone con claridad su doctrina y pide abandono de toda seguridad para darse; no permite excusas, ni admite retrasos. Sus palabras parecen duras, intransigentes y faltas de humanidad. Sin embargo se dirigen al corazón del hombre, allí donde se forjan las decisiones importantes de la vida, y donde se pone en juego la libertad o la servidumbre.Como hace dos mil años, Jesús camina hoy por nuestras calles, y al pasar junto a cada uno de nosotros nos invita a seguirle. Invita a decirle, como adultos, en la propia vida, aquella oración infantil al ir a dormir: «Jesusito de mi vida, eres niño como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón. Tómalo, tuyo es, mío no»; que no es sino una versión del único mandamiento -que ya el pueblo judío observaba y Jesús actualizó- el Shemá: «Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Y al prójimo como a ti mismo. Haz esto y tendrás la Vida Eterna».¿Quién dijo miedo? ¿Quién puede temer si Él camina con nosotros y -es más- va delante? Somos el pueblo de la Fe, el pueblo de la Esperanza. Por eso… nada de «corazón partío». Dios lo espera entero y bien entero, donado en absoluta radicalidad. No esperes a mañana, y responde hoy al Señor.
*Capellán de la UCAM
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