Actualidad

Cambio en las formas por Carmen Enríquez

La Razón
La RazónLa Razón

De la jornada dura, difícil y complicada que vivió ayer Iñaki Urdangarín en el Juzgado de Palma de Mallorca hay dos aspectos que llaman poderosamente la atención: uno, el cambio radical de actitud del duque de Palma consorte ante los medios de comunicación, y otro, la persistencia en mantener su inocencia de los cargos que le imputa el juez José Castro.

El comportamiento de Urdangarín ha dado un giro de 180 grados respecto al que toda la opinión pública contempló hace un par de semanas, cuando salió corriendo para evitar el acoso de unos reporteros que se empeñaban en que hiciera declaraciones sobre su actuación empresarial en diversas sociedades sospechosas de actividades fraudulentas. Aunque se pueda entender la reacción primaria del marido de la infanta Cristina, presionado y perseguido por cámaras e informadores, fue un error garrafal reaccionar de aquella manera. Por eso, el ver en la mañana de ayer a un Iñaki Urdangarín vestido correctamente con una chaqueta oscura, corbata discreta, con semblante serio pero con paso firme y rápido dirigirse a pie hasta la puerta del juzgado, inmediatamente hizo pensar que él ha debido ser asesorado por algún experto en comunicación e imagen. Y lo primero que debieron decirle es que tenía que recuperar esa compostura imprescindible para hacer frente a la situación, por muy humillante o dura que sea.

La decisión de renunciar a la prerrogativa de poder llegar hasta la puerta de los juzgados en coche por razones de seguridad, concedida por el juez decano, fue una decisión acertada, ya que llevaba implícita la renuncia de Iñaki a cualquier privilegio que le distinguiera del resto de los implicados. Eso y la parada efectuada ante los medios para hacer una breve declaración mostró formalmente una disposición de respeto y consideración hacia los periodistas que lo que hacen es cumplir con su trabajo. El tono y la forma pausada de Urdangarín al dirigirse a los informadores fue el adecuado, se notaba que había preparado concienzudamente sus palabras, en las que incluyó al final un párrafo de agradecimiento a los periodistas por su tarea.
En cuanto al fondo, nada ha cambiado en la afirmación del duque de Palma consorte de que es inocente de los cargos que se le imputan. Su reafirmación de que el había ido a declarar para aclarar la verdad y a defender su honor, su inocencia y su actividad profesional, al tiempo que defendía haber actuado con total transparencia, ha sido firme y tajante.

La única novedad, aunque tampoco muy sorprendente, ha sido la descarga de responsabilidad de todo hecho irregular en el administrador de Nóos, Diego Torres. Urdangarín se exculpó de ser el autor del montaje y entramado societario que los ha llevado a él y a sus socios ante la Justicia. Y exculpó también, faltaría más, a su esposa, con la que pudo almorzar en Son Vent durante el receso y comentarle sus impresiones de lo sucedido dentro del Juzgado. El problema es que Diego Torres será el último imputado en declarar ante el juez. Y a veces, el que da el último da más fuerte.