Literatura

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Palabra de Lucrecia Borgia

En estos tiempos de calculada mediocridad sorprende que haya personas que consigan provocar a sus adversarios políticos simplemente escribiendo. Uno de estos autores es el escritor, periodista, abogado e historiador César Vidal, autor de más de setenta libros entre ensayos, novelas, etc.

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Además, tiene varios galardones por varias de estas últimas de carácter histórico, como el premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio, por «El fuego del cielo» (2006).
Vidal no es sólo un narrador, sino que, como en el caso de Diderot o Zola, tiene siempre un mensaje que transmitir. Pero, al revés que los panfletarios, usa de dos niveles: permite que quienes sólo quieren leer una historia, la lean; pero también que quienes deseen ver entre las bambalinas de la historia oficial, lo vean. Para «La hija del Papa» elige una mezcla entre el afamado sistema del texto encontrado (sic. «El Quijote») y las muñecas rusas, que encajan unas en otras. Ya la primera escena dice mucho al lector avisado.

Es 1871 y el cavaliere Di Fonso, masón, entra en una antigua residencia de los jesuitas, donde el nuevo gobierno de la Italia unificada lo está deshaciendo todo. Un elefante disecado arrastrado por el edificio será la imagen que elige Vidal para meter al lector en la historia. Allí se le pasa un manuscrito del siglo XVI para que analice si lo que en ese texto se cuenta puede servir para atacar a la Iglesia. En el manuscrito leeremos la narración del amor de Lucrecia Borgia con uno de los creadores de la lengua italiana, Pietro Bembo, cuando la conoció en Ferrara en la corte de su marido, Alfonso d'Este. Vidal nos coloca ante una habitación de espejos donde pocas cosas son como nos han contado y construye una novela histórica que, siendo historia, también posee esa mirada que nos enseña que, observando el pasado, las sombras de lo que fue pueden convertirse fácilmente en fantasmas del hoy.