Valencia

La reforestación por José Clemente

La Razón
La RazónLa Razón

Tras la mayoría de los incendios forestales de nuestro país descubrimos casi siempre agazapada la mano del hombre, desde quien persigue intereses espurios con recalificaciones del suelo que impiden nuestras leyes, hasta quien busca el simple placer del erotismo en su vertiente más mórbida. No olvidemos que detrás de cada diez incendios forestales nueve son provocados deliberadamente por la acción humana, un problema que no sólo no parece tener fin, sino que va «in crescendo» cada verano nuevo que inauguramos, y cuyos efectos sobre la naturaleza representa una de las más graves amenazas para la humanidad. Los tres gigantescos fuegos que estos días arrasan Valencia, Castellón y Barcelona nos dan una idea de la dramática situación en la que se encuentran nuestros bosques, convertidos a consecuencia de la extrema sequía, la suciedad y el abandono de los montes, cuando no la negligencia o el simple descuido de las personas, en verdaderos polvorines a punto de estallar. Esos tres incendios citados, que han arrasado ya con casi 70.000 hectáreas, fueron provocados, como el de la Sierra de la Muela (Cartagena), que también fue provocado. Qué pena que para estos casos no dispongamos de una Fiscalía como Dios manda y de sobra nos merecemos, porque la que tenemos bastante ocupada está buscando corruptelas que sólo existen bajo el sombrero de su máximo responsable. Por eso urge un Ministerio Público más sensible con el medioambiente y, especialmente, con la persecución de esa lacra que son los incendios forestales. Ayer mismo, otro incendio originado en Hellín, muy cerca de ese tesoro natural que es el nacimiento de Río Mundo, giró su letal trayectoria y se adentró por la tarde en Moratalla, afectando a la conocida Sierra de Salmerón, donde el día de ayer ardieron más de 1.100 hectáreas, más del doble que en el incendio de Atamaría el pasado verano. Y eso en los primeros 15 días de la temporada estival, especialmente crítica este año por las condiciones del suelo y las predicciones meteorológicas. Pero mucho me temo que en esto de los incendios forestales nada cambiará, como nada ha cambiado hasta la fecha fuera cual fuere el color político de sus gobernantes. Para empezar a acotar este problema debemos legislar con más mano dura desde el punto de vista penal, bien se trate de simples imprudencias o de chiflados que buscan el placer con el fuego. Cada recluso cuesta al erario 60.000 euros anuales, que bien podríamos rentabilizar repoblando zonas abrasadas, con los pirómanos a la cabeza y sólo para reintegrarlos. Por algún sitio hay que empezar y además les regalaríamos una botella de agua y bocata de chorizo, pues por mucho menos hay gente honrada dispuesta a hacerlo. Lo grave es la impunidad en la que se mueven esos monstruos.