Alcoholismo
«Colocarse»
Nuestros adolescentes, casi niños, beben alcohol para evadirse. No les gusta la realidad, no tienen ideales por los que pelear, no van hacia la utopía. Ellos no han descubierto que para llegar a ese lugar que no existe, pero que sería maravilloso inventar, hay que estar consciente. Ellos no buscan otros lugares, ellos no se emancipan porque es cómoda la casa paterna, porque nosotros somos padres ocupados que no sabemos poner límite. Así que el hogar es ancho. Ancho y lleno de máquinas con las que evadirse también. Ancho y con la nevera llena. Ancho y con besos, aunque a veces no sea lo que más necesitan. Sí, nosotros también bebíamos para desinhibirnos, para experimentar, para declararnos al chico que nos gustaba. Pero ni de coña podíamos decírselo a los padres. Controlábamos lo suficiente para no llegar borrachos a casa. Yo tengo a mi hija de doce años y estoy aterrorizada. A los chavales se les vende alcohol sin problema, los niños de hoy van de tú a tú. Con su tierna ignorancia. Y, si encima son rebeldes, tener las drogas tan a mano es pura temeridad. El alcohol hace y ha hecho siempre caer a los más débiles. Y hay muchos debilitados en este mundo durísimo. Hay que educar y enseñar a beber bien, dicen los expertos. Cómo, ¿le doy medio vasito de vino a mi niña? Estamos metidos en una buena. Yo prefiero hablarle de que hay que intentar cambiar este mundo injusto, de que hay que estar con todos los sentidos alerta. Y mirar y tirar para adelante. Ella, finalmente, decidirá. Y si un día llega «colocada» la regañaré, la cuidaré, la abrazaré. Y le hablaré de utopías.
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