Chicago
Los talibán golpean al clan Karzai
Sadar Mohamed, oficial de seguridad de Karz, la aldea natal de la familia Karzai, llegó ayer al Consejo Provincial de Kandahar para entregarle una documento a Ahmed Wali Karzai para que éste lo firmara.
El hermanastro del presidente afgano no podía desconfiar de Mohamed, pues había servido a la familia desde hace siete años, y gracias a su lealtad ahora este agente de Policía de 35 años había ascendido a capitán.
El agente entró en la sala de reuniones, en el segundo piso del Consejo, también residencia particular de Wali Karzai, y le dio la carta. Mohamed se disculpó un momento porque debía ir al lavabo para hacer las abluciones antes de rezar. Cuando regresó Karzai estaba despistado leyendo el documento y, a sangre fría, sin pensárselo dos veces, el policía apretó el gatillo y una bala impactó directo en la cabeza y otra en el pecho.
«En el tiroteo murieron dos guardaespaldas», explicó a LA RAZÓN una fuente de la Policía de Kandahar, que agregó que «se llevaron a Karzai, gravemente herido, al hospital Mirwais, donde murió poco después».
Un éxito para los talibán
Los talibán no tardaron en responsabilizarse de la autoría del asesinato. Un portavoz de los insurgentes, Yousuf Ahmadi, elogió el «gran éxito» que supone para los talibán la muerte de un alto cargo del Gobierno afgano desde que anunciaron su gran ofensiva en primavera.
Los insurgentes han dado donde más duele, directamente en la familia del presidente. Este duro golpe pone de relieve que nadie en la esfera política está a salvo en Afganistán, porque cada vez hay más infiltrados en las filas de las Fuerzas de Seguridad.
Wali Karzai era de esos que creían que los talibán «eran parte de la solución y no del problema». Apoyaba «las negociaciones con los insurgentes ya que podrían abrir una ventana de oportunidad para la paz en Afganistán». Está visto que se equivocó.
Camarero en Chicago
Considerado uno de los hombres más poderosos de Kandahar, cosechó tantos amigos como enemigos a lo largo de sus 50 años de vida. Le gustaba alardear de su pasado humilde cuando servía albóndigas de cordero en uno de los restaurantes de su tío en Chicago. Después construyó un poderoso imperio comercial y financiero en Kandahar.
Entre los negocios familiares está la compañía Asian Group Security, que tiene conexiones con más de 10.000 miembros de milicias privadas y grupos paramilitares que apoyan a las operaciones de caza y captura de los talibán de las fuerzas especiales estadounidenses en Kandahar. Otra de sus empresas es la agencia Watan Risk Management, la mayor proveedora de guardias de seguridad para los camiones de suministros para la OTAN que cruzan desde Pakistán a Kabul y Kandahar. También gestionaba la seguridad para la presa Dhala, un proyecto de irrigación canadiense valorado en 50 millones de dólares. Otro de los prósperos negocios de Wali Karzai fue un acuerdo de venta exclusivo con la casa Toyota.
Su poder en la sombra se extiendía a todas las instituciones de Gobierno e individuos influyentes, desde caudillos locales, hasta narcotraficantes y ex señores de la guerra. Los kandaharis, por lo general, no le tenían mucho aprecio: «La gente apoya aquí a los talibán porque ve cómo el poderoso clan Karzai se asegura todos los puestos de trabajo y toda la influencia».
Francia retira mil soldados
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunció ayer desde Afganistán el calendario de la retirada de sus tropas del país asiático, de donde saldrá antes de finales del año próximo una cuarta parte de los alrededor de 4.000 militares presentes. Desde París, el primer ministro, François Fillon, reiteró que a finales de 2014 «las fuerzas francesas que garantizan la seguridad sobre el terreno se habrán retirado», conforme se transfiera esa responsabilidad a las tropas afganas que están siendo adiestradas. A partir de entonces, sólo quedarán los militares franceses que se ocupen del adiestramiento de los afganos. Sarkozy, en una visita de cinco horas a Afganistán, se reunió con el presidente Karzai y el comandante de EE UU, David Petraeus.
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