Egipto
Alejandro el primer globalizador por César Vidal
El conquistador macedonio es conocido por sus éxitos en el campo de batalla, pero se olvida que articuló la primera globalización de la Historia
Alejandro es una de las personalidades más sugestivas de la Historia universal. Sus victorias de Granico, Isso y Arbela sobre los ejércitos persas lo consagraron como uno de los mayores genios militares de la Historia. El hecho de haber tenido a Aristóteles como preceptor lo convirtió en paradigma de los reyes instruidos, hasta el punto de que sería uno de los ejemplos más seguidos, siquiera en teoría, durante la Edad Media. Sin embargo, por encima de todas estas circunstancias, Alejandro fue el creador del primer proyecto de globalización de la Historia.
Se trató de un plan cuidadosamente concebido que se extendió de las montañas de Macedonia, en Occidente, a las riveras del Indo, en Oriente. En apariencia, nada debía haber impulsado a Alejandro en esa dirección. Hijo de Filipo de Macedonia, el monarca de un oscuro reino balcánico, Alejandro podría haberse visto tocado por el aldeanismo de no pocos de sus generales. Sin embargo, el joven rey supo elevarse por encima del macedonianismo y absorber la cultura de la Hélade, que su padre había conquistado tras la victoria de Queronea.
Alejandro deseaba crear una nueva forma de Estado que, por un lado, absorbiera las culturas más diversas –algo que ya habían logrado, en parte, los reyes persas– pero que, por otro, contara con una visión común. El proceso globalizador de Alejandro descansaba en pocos pilares, pero muy precisos. En primer lugar, el imperio debía de tener una lengua de comunicación, que sería el griego. Alejandro no persiguió el uso de lenguas vernáculas, pero, desde el primer momento, convirtió la lengua de Homero en el vehículo obligado de comunicación. En segundo lugar, se esforzó por articular un sistema de comunicación que fuera rápido, seguro y eficaz. Ni el imperio ni la globalización eran posibles sin una comunicación lo más acelerada posible. En tercer lugar, la globalización exigía el respeto y la difusión de las distintas costumbres locales y, de manera muy especial, de la libertad de conciencia.
A la vez que Alejandro aceptaba, por ejemplo, la moda persa e insistía en los matrimonios interculturales, se esforzaba por prodigar muestras de afecto hacia todas las religiones. Estuvo dispuesto, por ejemplo, a ser reconocido como hijo del dios Amón en Egipto, garantizó la libertad religiosa de los judíos y conversó con los yogis indios. Alejandro murió muy joven, pero su proyecto de globalización tuvo efectos muy duraderos.
Prácticamente hasta el islam, es decir, durante casi un milenio, el griego fue la lengua de comunicación en el Mediterráneo oriental y Asia Menor. Todavía en el siglo I, el cristianismo se pudo extender con notable facilidad dado que el Nuevo Testamento fue redactado en el griego koiné de Alejandro. La misma Roma siguió, en no escasa medida, las huellas del macedonio para levantar su imperio globalizado. Habría que llegar a finales del siglo XX para asistir a un experimento semejante.
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