País Vasco
Velando armas para el asalto final
Último Debate del Estado de la Nación de la era Zapatero. El presidente pasa hoy su último examen parlamentario acosado por los mercados, cercado por una oposición crecida ante su más que notable ventaja electoral y en medio de intensos rumores sobre un posible adelanto de las elecciones generales.
El «adiós» se produce en el peor momento político por el que haya atravesado nunca un Zapatero que lo fue todo para el PSOE y hoy, tras el hundimiento del 22-M, ya casi no es nadie. Ni el más aciago de los escenarios apartará, no obstante, al presidente del que será el hilo conductor de su último gran discurso ante el Parlamento: la necesidad de culminar las reformas económicas por responsabilidad con el futuro del país, en especial la de las pensiones, la de la negociación colectiva y la del sistema financiero. No habrá, al menos eso aseguran desde La Moncloa, ni nuevas reformas ni anuncios espectaculares, pero sí una durísima crítica a la oposición por «no haber antepuesto el interés del Estado al suyo propio».
Zapatero acude a la cita en unos días especialmente turbulentos como consecuencia de la agudización de la crisis de Grecia y las sacudidas derivadas del incremento de la prima de riesgo, que ayer llegó a los 301 puntos básicos. Incidirá por ello en la necesidad de culminar esas reformas y cumplir con los plazos democráticos, lo que se traduce en agotar la legislatura. Intentará así, si es que puede, trasladar un mensaje de estabilidad política a los mercados. Bildu, sin duda, estará presente también en su discurso, después de la actitud de la coalición desde su llegada al poder institucional en el País Vasco. Subrayará los éxitos contra ETA y reafirmará los valores democráticos, entre ellos el respeto a las resoluciones judiciales, y los instrumentos del Estado de Derecho para preservarlos.
Mariano Rajoy, por su parte, afronta el debate en el que menos se juega desde que llegó a la oposición. Con una ventaja sobre el PSOE sin precedentes en las encuestas, con el partido controlado y un adversario político a quien los suyos han dado ya por amortizado. Hace un año el líder del PP dejó como título la exigencia de un adelanto electoral, y un año después argumentará que todo ha ido a peor: la situación política, económica, la de Zapatero y la del propio PSOE. Por supuesto que de fondo sonará de nuevo la música de ese adelanto, dentro de un discurso más político que de datos económicos y en el que colocará el acento en la incapacidad del presidente para generar confianza.
Su tesis es que ya hasta da igual que se hagan o no se hagan nuevas reformas, porque el problema es que nadie confía ni en Zapatero ni en su equipo. Rajoy se ha encerrado este fin de semana en su casa para terminar de ensamblar su discurso y ayer también prefirió quedarse en su domicilio en lugar de acudir a su despacho. Al discurso le ha acabado de dar forma con la ayuda de Pedro Arriola, su sociólogo de cabecera y a quien se le atribuye la paternidad de la estrategia de que no hay que moverse más que lo justo para no movilizar al votante de izquierdas. Si no lo hizo cuando más lo necesitaba, Rajoy tampoco arriesgará en este duelo parlamentario. Ha preparado una intervención vibrante, intensa, de las pensadas con la intención de dejar noqueado a su adversario político, pero sin novedades en el relato programático más allá de las líneas maestras de su proyecto de gobierno.
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